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Durante este mes de febrero, la sala capitalina Adolfo Llauradó ha acogido las funciones de la obra teatral Smiley, bajo la dirección artística y puesta en escena de Josep María Coll, según indica el portal Cubaescena.
La comedia, escrita por el dramaturgo y guionista español Guillem Clua, tiene como premisa una leyenda japonesa que asegura que si dos personas están destinadas a estar juntas, existe entre ellas un hilo rojo atado al dedo meñique de ambas y este los unirá desde el día en que nacen. «Ese hilo es irrompible y tiene el poder de atar a dos personas para siempre, por más lejos que estén el uno del otro, y por más diferentes que nos parezcan», reza la web del autor ibérico.
En la puesta en escena en cuestión, de jueves a sábado, el público ha disfrutado en demasía de las actuaciones de Roberto Romero y Georbis Martínez como los dos actores que dan vida a los roles de un drama que, gracias al éxito de su acogida en la nación europea, llegó incluso luego a convertirse en una serie de Netflix que debutó en las pantallas en 2022.
Las funciones de esta semana tendrán lugar el jueves 27, viernes 28 y sábado 1ro., y las entradas se venden en la taquilla del teatro (ubicado en calle 11, entre D y E, en el Vedado capitalino) desde este martes, en el horario de 3:00 pm a 5:00 pm.
Ambos intérpretes coincidieron previamente el pasado año en Réquiem por Yarini, obra original de Carlos Felipe, versionada en aquella ocasión dramatúrgicamente por Norge Espinosa, bajo la dirección de Carlos Díaz para Teatro El Público. Dichas presentaciones fueron acogidas de la mejor manera por la crítica y el público, según reseñaron varios medios en su momento.
En ese contexto publicamos un trabajo sobre la trayectoria de Georbis, quien defendió en la trama de marras el rol de Luis Lotot, el francés que se atrevió a enfrentar al conocido chulo, y mencionamos que probablemente el nombre de Martínez no les sonara a muchos espectadores, pues no llegó a tener una carrera muy amplia en la TV nacional (ya sabemos que muchos juzgan el talento de algún intérprete según la cantidad de apariciones que acumule en la pequeña pantalla; nada más lejos de la realidad), pero sí intervino en varias ocasiones en el séptimo arte en su país natal, gracias a los filmes Tres veces dos, Perfecto amor equivocado y El viajero inmóvil.
Según contó en una ocasión a la revista OnCuba, después de la primera mitad de la década inicial del actual siglo, se marchó hacia París, Francia, y luego se dirigió hacia la capital española, donde se reencontró con su amigo, el también actor Roberto San Martín, y decidió entonces probar suerte en el escenario artístico de la nación ibérica. Después, contó, llegó el amor y ahí supo que echaría raíces.
En sus inicios en dicho territorio regresó al teatro con un «personaje pequeñito» —en Cuba había acumulado en ese mundillo un importante recorrido, debido a su presencia en piezas como Las brujas de Salem, La Celestina, Ícaros, La loca de Chaillot, entre otras— y después debió trabajar durante varios años como bailarín en una discoteca durante jueves, viernes, sábados y domingos, según confesó en el diálogo anteriormente citado.
«Al principio, me bloqueé mucho. Pero, cuando vi que había que comer y luchar la vida como en todo sitio, decidí que tenía que bailar. Siempre fui un actor bastante físico, así que empecé a pulirme con mis compañeros que sí eran bailarines de conservatorio. Ha sido divertido y he aprendido mucho. Hay un entrenamiento muy fuerte que da ese tipo de discoteca, donde la gente no te va a ver, sino a beber, a bailar, a hablar con sus amigos. Lograr captar la atención de gente que no está para eso, es una lasca que le he sacado a la discoteca. Aparte del trabajo físico que el cuerpo te agradece», expresó sobre esa etapa de su vida.
En una conversación con Cubaencuentro dijo que después de empezar a trabajar en la Compañía de Teatro Cervantes, de la Fundación Cervantina de Madrid, comenzaron a llegarle nuevos proyectos que le hicieron volver con relativa regularidad a las tablas españolas, «a veces no con la continuidad que me habría gustado y con la que venía acostumbrado de La Habana, pero sin quejarme. Los trabajos que he hecho han estado movidos la mayoría de las veces por la pasión que me ha provocado el proyecto y otras también por la necesidad de trabajar, ha habido de todo. También hay que sumar a esto que soy muy curioso como actor y me gusta probarme en diferentes géneros y maneras de hacer».
Igualmente ha incursionado en la TV, aunque de forma esporádica: estuvo en la gustada serie humorística Aída (fue Jorge en el episodio 27 de la décima temporada, emitida en 2014), y durante 21 capítulos se convirtió en Zambrano en la serie andaluza Arrayán, difundida por la cadena Canal Sur.
Durante todo este tiempo no se ha mantenido alejado del todo de su tierra natal, a la cual ha regresado a actuar en más de una ocasión mediante su vínculo con compañías como Mefisto Teatro o El Público.
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