Chile tiene suerte. Los goles le caen de la nada. Un córner, un balón mal despejado. Chile puede jugar mal, no tener el control del partido, perder el esférico una y otra vez. El resultado parece ser el mismo. Ante Japón se vieron superados en varios momentos, y con Ecuador, más de lo mismo: la cancha inclinada por completo en su contra, y Chile estoico, resistiendo. Y de nuevo uno piensa que son selecciones menores, sin mucha calidad, pero esta misma Chile era inferior a Argentina antes de jugar las dos finales.
Esa actitud de esperar, de creer que con el esfuerzo es suficiente, que los resultados llegarán sí o sí, la dejó fuera de la última Copa del Mundo. Chile se repite, no cambia el esquema, no busca soluciones, no intenta algo diferente. Un Alexis muy disminuido se mantiene de titular. Arturo Vidal, como jugó en el Barça, ahora también tiene que dar salida al equipo. Hace años Medel es un tractor: lento, tosco, fácil de superar, y continúa como eje de la zaga. Vargas lo mismo marca un hat-trick que falla tres ocasiones claras en un mismo partido. La irregularidad de Chile, su falta de ideas, y esa supuesta garra que le llevó a ganar dos títulos (y una calidad fuera de dudas), los tiene hoy en un estado de inmovilidad absoluta. A veces ganan, a veces pierden, depende del rival de turno.
Chile tiene seis puntos y de seguro enfrentará una selección inferior en cuartos de final, y si llega a semis, habrá tenido una buena actuación en el torneo. Y eso es terrible, porque Chile seguirá igual, sin renovarse, y lo peor es que de pura inercia, podría ser tricampeón.
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