Hace casi un mes, probablemente escuchaste por primera vez acerca del CIGB 258, asociado al tratamiento de la COVID-19 en Cuba.
A mediados de abril, para ofrecer detalles sobre este novedoso candidato terapéutico, compareció en el programa radiotelevisivo Mesa Redonda, la Dra. María del Carmen Domínguez, jefa de un proyecto que lleva más de dos años trabajando en la búsqueda de fármacos para tratar enfermedades inflamatorias crónicas autoinmunes en las que el sistema inmunológico pierde el control y produce respuestas inflamatorias.
Resulta que, en marzo, científicos de China publicaron artículos relacionados con la inmunología en los pacientes que llegaban a estados críticos o graves luego de contraer la enfermedad que genera el nuevo coronavirus. De acuerdo con Domínguez, en aquellos textos se atendía especialmente al proceso de hiperinflamación y a la tormenta de citosinas, moléculas mediadoras de la inflamación.
La inflamación, entonces, implica que las citosinas rebasen el límite y ello puede conducir a parálisis que dan inicio a fallos en algunos órganos. Puede provocar distrés respiratorio y que los pacientes empiecen a necesitar ventilación mecánica. También es capaz de generar complicaciones cardiovasculares y cerebrovasculares.
¿Qué hicieron en Cuba?
Domínguez refirió, en aquella ocasión, que en nuestro país se seleccionó una molécula que tiene un rol en la reacción inmunitaria “y a partir de esta se probó con una batería de moléculas con capacidad de regular la respuesta inflamatoria”.
Además de las posibilidades de la molécula, esta también induce células que controlan la magnitud de la inflamación y no generan inmunosupresión.
Después de que se aprobase su empleo en el país, comenzó a ser utilizado como parte de la atención a pacientes graves y críticos. Este ha ayudado en la recuperación de muchos de ellos.
(Con información de Cubadebate y Prensa Latina)
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