Otra vez le dedico un espacio a juegos pequeños. Esta vez se trata de dos dungeon crawlers, uno centrado en la resolución de puzzles, y otro muy al estilo de Rogue (1980). La idea de hablar de juegos pequeños pero con valor, viene de que a veces solo nos centramos en grandes títulos, que nos ocupan muchas horas y con una gran producción (además de estar respaldados por un gran aparato de marketing), y con esto dejamos fuera otros más pequeños que pueden contar con un mismo valor, o incluso superior. Poco a poco iré hablando de algunas pequeñas joyas que he ido encontrando.
Fidel Dungeon Rescue (2017, Daniel Benmergui)
Nuestro dueño ha sido raptado, y nosotros, como mascota fiel y mejor amigo del hombre, debemos rescatarlo. Este pequeño dungeon crawler, del desarrollador argentino Daniel Benmergui, propone numerosos puzzles que nos obligarán a pensar en las soluciones más eficientes una vez aprendamos el comportamiento de cada enemigo. Los dungeons son estáticos; para eliminar a los enemigos (y obtener puntos de experiencia) pasamos por encima de ellos y, al hacer esto, perdemos puntos de vida. Por suerte, hay muchos botiquines para restaurarla. También hay monedas que nos permiten comprar bombas (y eliminar lo que sea que esté en las cuatro cuadrículas adyacentes) y pócimas de vida.
Uno de los puntos más fuertes de Fidel Dungeon Rescue es la imposibilidad de volver a cruzar por una cuadrícula donde ya estuvimos; de este modo, estamos obligados a estudiar el pequeño mapa y encontrar la ruta óptima; es como si el perro dejase un rastro con su correa para volver a casa siguiendo el camino. El otro elemento único de su gameplay es que si perdemos más puntos de vidas que los que tenemos, se activa un temporizador que anuncia la llegada de la muerte: un fantasma al estilo de Spelunky HD (2008, Derek Yu) comienza a seguirnos los pasos, por lo que en ese momento, lo mejor es correr hacia la salida a toda velocidad.
En este juego es bien importante subir de nivel para obtener más puntos de vida y así tener una ventaja extra a la hora de trazar estrategias. Es por ello que buscar la ruta óptima, donde eliminemos más enemigos, es elemental. Y memorizar cuál es la mejor forma de eliminar ciertos enemigos también se vuelve indispensable, ya que estos proporcionan puntos extra de experiencia.
La mecánica más interesante de Fidel Dungeon Rescue es la posibilidad de regresar a la casilla inicial y volver a intentar resolver el puzzle desde cero. Siempre y cuando el perrito no haya perdido todos sus puntos de vida, podemos retroceder y buscar una nueva solución. Esa posibilidad de buscar con prueba y error el mejor camino lo convierte en una experiencia única.
Es curioso cómo este pequeño título utiliza el tutorial. Siempre en el primer nivel nos muestra alguno de los enemigos más complejos de derrotar, o con comportamientos diferentes a los más sencillos. Esto nos sirve para estar preparados a la hora de enfrentarlos en un nivel avanzado, cuando suelen aparecer por primera vez. En el caso de los distintos jefes de nivel sí debemos aprender a lidiar con ellos en el acto, pero es bastante sencillo tomarles el ritmo, ya que no tienen ninguna mecánica complicada.
Los gráficos y sonidos de este juego son bastante básicos, pero cumplen con su cometido a la perfección. Dentro de una atmósfera oscura, cada enemigo se distingue de otros sin desentonar con el estilo. Cabe preguntarse qué hace un robot asesino en una mazmorra, pero cosas peores se han visto. En el caso de los sonidos, estos nos permiten concentrarnos por completo en el gameplay, ya que si cometimos un error o tomamos una decisión errada, estos se encargarán de hacérnoslo saber.
Fidel Dungeon Rescue es entretenido, adictivo, y genera sensaciones parecidas a las que nos provoca Tetris (1984, Alexei Pajitnov). El hecho de saber que no hay una única solución, y conocer que sí hay una forma óptima de vencer el dungeon nos permite estar largos ratos ante una misma pantalla, ya que la penalización por tiempo es casi inexistente, a menos que cometamos un error. Quizás esto sea característico de los puzzles: provocar una mezcla de obsesión y placer al buscar soluciones a un problema.
Pixel Dungeon (2015, Retronic Games)
Este dungeon crawler es bastante clásico y muy sencillo, y aun así me ha robado una cantidad de horas impresionante. Su mayor fortaleza está en su capacidad para sacarnos de la realidad y atraparnos en sus pequeñas mazmorras llenas de enemigos pixelados, pociones secretas, manuscritos mágicos y armas que no podemos usar porque no tenemos nivel suficiente. Una partida para refrescar o tomarnos un descanso puede terminar tres horas después con un “una partida más y ya”. Y obvio que continuaste por tres horas más.
En un inicio, Pixel Dungeon es muy muy difícil. Nada de tutoriales, toca aprender de la forma tradicional: una y otra muerte hasta conocer cada elemento del juego, las estrategias ideales para cada enemigo y bosses, y sobre todo, cómo usar los múltiples ítems que recibimos. Cuando comencé a jugarlo, hace muchos años, jamás pensé que pudiera ser tan largo, ni que tuviese tanta profundidad su gameplay. A primera vista parecía tan sencillo como eliminar enemigos y subir de nivel, pero poco a poco entendí que era mucho más complejo.
Para empezar, la exploración y el combate son por turnos. Tanto los enemigos como nuestro avatar recorren el laberinto, y en ocasiones es posible huir y evitar una pelea. Cada dungeon tiene varias habitaciones conectadas por pasillos, por lo que si debemos enfrentar a múltiples ratas, lo ideal es correr hacia un corredor estrecho y pelear ante ellas una a una; parece una tontería, pero el juego está lleno de este tipo de detalles. Si estás en una zona con vegetación, puedes incendiarla de múltiples maneras y quemar a tus enemigos. A veces encuentras pociones que te permiten flotar o ser invisible, y con ello puedes evitar el combate. También hay semillas, que una vez plantadas, nos brindan diferentes efectos, a veces favorables, y en otras ocasiones para ser usadas contra el enemigo pero que igual pueden afectarnos. Los manuscritos juegan un papel elemental, pero como ocurre con las pociones, la única forma de conocer cuál es su efecto, es dándoles un primer uso. Y ese primer uso puede ser nefasto.
Los bosses son uno de los puntos más complejos de Pixel Dungeon, con patrones y habilidades únicas. Cada cinco niveles, debemos derrotar a uno de estos para descender a la siguiente mazmorra, más compleja, con más trampas, y enemigos más fuertes. El juego cuenta con un total de 25 niveles y, si bien puede ganarse en unos 40 minutos, la cantidad de horas que hay que dedicarle para lograrlo supera la decena.
El tema con los juegos pequeños, o cortos, o aparentemente pequeños o cortos, es que casi siempre ocultan una gran profundidad en sus elementos. Lo que a primera vista puede parecer muy sencillo, suele tener numerosos desafíos una vez avanzamos. A veces es una historia, otra son sus mecánicas o dinámicas, o incluso puede ser una mezcla de todos estos elementos. Es por ello que no cuesta nada darle una oportunidad a lo que en un inicio podría parecer tonto o simple. Es muy habitual llevarse una sorpresa.
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