
El habanero José Barrero ha convertido cada obstáculo en una oportunidad para demostrar su valía. Su trayectoria en las Grandes Ligas es el testimonio viviente de que el talento, cuando se combina con perseverancia, puede superar incluso las circunstancias más desafiantes.
El 27 de agosto de 2020 quedará grabado para siempre en la memoria de él y de los suyos. Ese día, los Rojos de Cincinnati decidieron apostar por un joven que ni siquiera había superado el nivel de Clase A+, una decisión que sorprendió a propios y extraños. Como octavo bate y torpedero, ante los Cerveceros de Milwaukee, el hijo de Luis «el Fino» García materializó el sueño que lo había llevado a abandonar Cuba.
En esa primera aparición, conectó un imparable en dos apariciones en el home plate. Aunque los números de esa temporada acortada por la pandemia no fueron espectaculares—67 turnos al bate con promedio de .194—, representaban algo mucho más valioso: la confirmación de que había llegado al lugar donde siempre soñó estar.
Una de las decisiones más emotivas en su carrera fue cambiar el nombre en la franela. Originalmente conocido como José Israel García, decidió honrar la memoria de su madre, quien falleció víctima del COVID-19, adoptando el apellido Barrero. Este gesto trasciende el béisbol y refleja los valores familiares que han guiado su carrera, recordando que detrás de cada atleta hay una historia personal que da sentido a sus esfuerzos.
Si algo ha caracterizado la trayectoria de Barrero en el béisbol profesional estadounidense, han sido las lesiones que han interferido constantemente con su desarrollo. En marzo de 2022, una molestia en la muñeca izquierda lo alejó de los diamantes por varias semanas cruciales. Un año después, un padecimiento en el muslo volvió a interrumpir su progreso, y a mediados de 2024, un choque con un compañero en un juego de Triple A terminó su temporada.
Para un atleta que había sido valorado como el trigésimo tercer mejor prospecto de todo el sistema de Grandes Ligas, cada lesión representaba un paso atrás en una carrera que demandaba consistencia y continuidad.
Durante sus primeras cuatro temporadas en las Mayores, los números del capitalino fueron modestos: promedio ofensivo de .186, porcentaje de embasado de .242 y slugging de .255. Sin embargo, estas estadísticas no reflejan las interrupciones constantes, los períodos de rehabilitación, ni el esfuerzo sobrehumano que requería cada regreso a la actividad.
En las Ligas Menores, donde tradicionalmente los prospectos pulen sus habilidades, José tampoco pudo establecer la consistencia necesaria. Esta situación llevó a los Rojos de Cincinnati, la organización que había invertido aproximadamente cinco millones de dólares en su firma en 2017, a colocarlo en waivers en marzo de 2024.
Los Vigilantes de Texas vieron algo especial en él y decidieron reclamarlo, ofreciéndole una nueva oportunidad cuando muchos habrían considerado que su carrera estaba en declive. Sin embargo, incluso en Texas, las lesiones continuaron siendo un factor, y su rendimiento en Triple A siguió siendo irregular, bateando para .188 con números que no reflejaban su verdadero potencial.
A finales de 2024, cuando Barrero optó por la agencia libre, los Cardenales de San Luis tomaron una decisión que cambiaría el rumbo de su carrera. A pesar de los números poco alentadores de los años recientes, la organización de Missouri decidió apostar por el talento natural del habanero y su capacidad de superación.
Oliver Mármol, manager de los Cardenales, expresó su confianza en el jugador: «Vamos a agotar todas las opciones para llevarlo a ese punto de bateo sólido, porque está lleno de herramientas. Hace muchas cosas bien y puede jugar por todo el terreno. La ofensiva es lo que lo ha frenado un poco, pero vamos a atacar eso tan fuerte como sea posible».
Durante la temporada muerta de 2024-2025, el antillano se enfrentó al desafío más grande de su carrera: recuperar meses de inactividad competitiva y demostrar que merecía otra oportunidad en las Grandes Ligas. Su dedicación durante este período fue ejemplar, trabajando incansablemente para adquirir la forma física y mental necesaria para competir al más alto nivel.
Los resultados en Triple A con los Memphis Redbirds fueron prometedores, lo suficiente como para ganarse un lugar en el roster principal de los Cardenales hace algunas semanas.
Una de las características más valiosas de Barrero ha sido su versatilidad defensiva. En sus 15 apariciones con San Luis en 2025, ha demostrado ser un verdadero comodín, jugando como segunda base, antesalista, jardinero central, patrullero derecho y torpedero. Esta capacidad de adaptación lo convierte en un activo valioso para cualquier equipo, especialmente considerando su habilidad en las bases como corredor emergente.
En la temporada 2025, los números del cubano son los siguientes: en 20 turnos oficiales ha conectado tres hits (AVE de .150), incluyendo un doble y un jonrón, con tres carreras empujadas. Su slugging de .350 sugiere que su poder ocasional podría comenzar a manifestarse más temprano que tarde.
Antes de su llegada a las Grandes Ligas, Barrero, nacido el 5 de abril de 1998, formó parte de la selección juvenil cubana que participó en el Mundial de la categoría, celebrado en 2015 en Japón, donde el equipo terminó en quinta posición. Su actuación individual fue destacada: bateó .328 y fue seleccionado para el equipo Todos Estrellas como mejor camarero, captando la atención de scouts internacionales.
En Cuba, durante la Serie Nacional 2016-2017 con Industriales, dejó un promedio de .306 en 36 turnos al bate, números que confirmaban su potencial antes de tomar la difícil decisión de abandonar el país en busca de nuevos horizontes.
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