«American Primeval», una miniserie cruda y realista que está entre las mejores del año

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El western que inmortalizaron John Ford y Sergio Leone ha sobrevivido con altibajos a los embates de la postmodernidad. El batón legado por esos dos grandes pasó a manos de nuevos creadores que se aproximaron a este género con idénticas dosis de respeto y aires de cambio.

En ese sentido, las historias situadas en el lejano oeste norteamericano evolucionaron desde hace décadas por caminos muy diversos. Si bien tenemos obras más “convencionales” como Unforgiven (1992), Deadwood (2004-2006) o The English (2022), el cambio de patrón se aprecia en títulos de la talla de Paris, Texas (1984), El Mariachi (1994), Brokeback Mountain (2005), Justified (2010-presente), Yellowstone (2018-2024), The Mandalorian (2019-presente) y también en la saga de videojuegos Fallout (1997-2018).

A esta lista de aproximaciones “iguales pero diferentes” en torno a indios y cowboys, se sumó desde principios de este año American Primeval, una miniserie de Netflix escrita por Mark L. Smith (The Revenant) y dirigida por Peter Berg (The Leftovers).

El relato, de seis partes, nos transporta a 1857, una época en donde la ley era poco más que letra muerta en el “salvaje oeste”. La trama transcurre durante la llamada Guerra de Utah, conflicto ideológico y geopolítico que salpicó de sangre al ejército de los Estados Unidos, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, más conocidos como mormones, y a varias tribus nativas.

En medio de ese contexto real entra la dosis de ficción, cuando conocemos a Sarah Holloway (Betty Gilpin), una madre prófuga de la justicia que viaja junto a su hijo Devin (Preston Mota). La intención de ambos es llegar hasta Crooks Springs, lugar en el que vive el padre del joven. El trayecto hasta allá oculta un sinnúmero de amenazas y, en un intento por llegar vivos, buscan la ayuda del arisco Isaac Reed (Taylor Kitsch), un montañés lleno de cicatrices y tormentos del pasado.

La serie destaca por su representación realista de la vida en el oeste norteamericano de la segunda mitad del siglo XIX. El retrato resulta muy bien logrado desde lo formal, gracias a una dirección de arte capaz de reflejar sin remilgos toda la vida en esa etapa, y también la cinematografía de Jacques Jouffret (Into the Wild), quien saca provecho a los sobrecogedores paisajes para ilustrar el salvajismo del mundo en cuestión.

El elenco, encabezado por Kitsch (The Terminal List: Dark Wolf), Gilpin (GLOW), Coates (Sons of Anarchy), además de Dane DeHaan (Lisey’s Story), Jai Courtney (Kaleidoscope) y Shea Whigham(Boardwalk Empire), cuenta con otros integrantes igual de estelares en su desempeño, como son Saura Lightfoot-Leon (Hoard), Derek Hinkey (Dark Winds), Joe Tippett (Mare of Easttown), Preston Mota (Asteroid City), Shawnee Pourier (Dark Winds), Lucas Neff (Raising Hope) y Alex Breaux (Stranger Things).

Entre los protagonistas (no tan) tácitos del show está la violencia. Las escenas de acción, entre las que destaca la recreación de la masacre de Mountain Meadows, ofrecen dosis de brutalidad no son aptas para todo público. Sin embargo, en este caso, no se hace apología a la sangre, sino que se enriquece el trasfondo del relato y sus personajes.

Otro componente medular radica en los conmovedores espacios abiertos de Utah. Por una parte, se nos ofrece una imagen rocosa, llena de fango y mugre, mediante la cual los realizadores pretenden mostrar una suerte de inhospitalidad galopante. En cambio, cuando vemos las habitables tierras en donde viven los nativos shoshone, entendemos que esa primera impresión busca exponer la degradación producto del expansionismo exagerado.

A nivel narrativo, la serie tiene un ritmo muy alto. Los diálogos precisos se combinan con excelentes coreografías de lucha y escenas emocionales e introspectivas que le dan una mayor consistencia al resultado final. El subtexto centra su crítica en el extremismo religioso y el capitalismo salvaje, dos fenómenos que colisionan en una suerte de simbiosis corrosiva.

American Primeval, considerada por muchos especialistas como una de las mejores miniseries del año en curso, es una propuesta que rinde homenaje al western clásico, sin temor a seguir su propio camino. En el texto de Mark L. Smith no hay intención alguna de endulzar la píldora. Aquí no hay mitos, alegorías ni metáforas, sino un realismo cruel y descarnado que demuestra su notable compromiso con la verdad, y esa es una fortaleza que muchos no son capaces de digerir.

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