Se ha vuelto relativamente común escuchar a gente de estos tiempos quejarse de las películas que duran más dos horas y media, pero que en cambio no pone reparos cuando se “engancha” a ver una miniserie y solo se levanta del asiento cuatro, cinco o seis horas después, cuando ha llegado al fondo del “asunto”.
A primera vista, esa preferencia podría parecer un poco rara, pero uno no puede menos que darle la razón a este tipo de personas cuando aparece una propuesta como la que llegó a Netflix el 13 de marzo último.
La serie limitada a la que nos referimos se titula Adolescence, es de origen británico y fue creada y escrita por Jack Thorne y Stephen Graham —también al frente del elenco—, además de contar con la dirección de Philip Barantini.
Dividida en cuatro partes de una hora, este título nos ofrece un producto esencialmente de drama procedimental/criminal y familiar, con el agregado del suspenso, que funciona como ingrediente ideal para maridar en casos de este tipo. Lo más curioso de la puesta es que está contada en tiempo real y filmada en plano secuencia, dos características que llaman la atención de cualquiera con un gusto por el “atrevimiento” audiovisual.
La historia va de cero a cien en un pispás. Justo en la segunda escena, la policía irrumpe en el hogar de los Miller a las 6:15 am —con armas largas incluidas— para detener al hijo de 13 años, Jamie, principal sospechoso en el asesinato de su compañera de escuela, Katie Leonard, quien fue apuñalada siete veces con un cuchillo de cocina.
El debutante Owen Cooper está brillante en el papel del acusado. El trabajo de este jovencísimo actor sostiene una parte fundamental del show y esto habla tan bien de él como del equipo de casting, que eligió cada miembro con una “puntería” de nivel olímpico.
El resto del elenco, bastante “corto”, como era de esperarse, lo integran el propio Graham (Eddie Miller), conocido por su trabajo en Hierve (Boiling Point) y Piratas del Caribe: Navegando en aguas misteriosas (Pirates of the Caribbean: On Stranger Tides). También dentro del núcleo duro del reparto destacan Ashley Walters como el detective inspector Luke Bascombe y Faye Marsay como su colega, la sargento detective Misha Frank.
Completan el cast, siempre con representaciones cuasi perfectas para los requerimientos de la puesta, Mark Stanley (Paul Barlow, el abogado), Christine Tremarco (Manda Miller, la madre), Amélie Pease (Lisa Miller, la hermana), Erin Doherty (Briony Ariston, la psicóloga) y Jo Hartley (Señora Fenumore, la profesora).
Ahora, desde lo formal, hay que mencionar el excelente ritmo que aporta un recurso como el plano secuencia, el cual muchos recordarán por obras como las oscarizadas Birdman (2015) y 1917 (2019)—. Sumado a eso, tenemos la simple crudeza de unos diálogos despojados de todo artificio innecesario, algo que le da un tono extremadamente realista a la narración.
Durante las escenas en donde los personajes están en un mismo espacio, la cámara en constante movimiento genera un dinamismo notable, a la vez que contribuye a transmitir sensaciones de inquietud, premura o calma con la misma exactitud, siempre en dependencia de la colocación, el ángulo y la velocidad con que se traslada, todo lo cual nos brinda una clase de cinematografía de altísimo nivel.
El hecho de que el lente siga todo el tiempo a alguien, representa un reto para los escritores, quienes dentro de cada capítulo no cuentan con cambios de escenario ni elipsis que les permitan jugar con el guion (los saltos espacio-temporales solo se dan entre episodios) y con nosotros mismos. Aquí vamos en “modo acosador” detrás de los protagonistas, a quienes acompañamos en este viaje de esclarecimiento. Todo eso genera un grado de inmersión que pocos audiovisuales consiguen.
El diseño de producción es particularmente cuidadoso con detalles como la vestimenta y la apariencia de los personajes. La gente está lejos de lucir tan “producida” como se nota en tantas propuestas hollywoodenses y, en cambio, luce tan normal y mundana como cabría esperar de un grupo de personas que está viviendo y sufriendo un torbellino de sucesos (el mínimo rastro de sudor en la espalda del investigador Bascombe es un detallazo que así lo deja claro desde el primer episodio).
En ese sentido, debemos volver al “empaque” argumental, y aplaudir que aquí no haya conspiraciones ocultas, rivalidades entre policías y abogados, hijos gritándole “te odio” a sus padres, ni otros tantos clichés que resultan tan insultantes para quien espera, como mínimo, que no lo engañen burdamente. El ecosistema de Adolescence es uno en donde los acontecimientos se parecen bastante a lo que sucede en situaciones de este tipo en la vida real, sin tanto efectismo ni virguería engañosa.
La investigación en sí se nos presentan de forma muy sencilla en principio, pero luego se van mostrando los porqués del caso y entonces todo se revela de forma mucho más profunda y abarcadora: “policía captura al asesino y el asesino confiesa”. Ahí, en los motivos que rodean el acto delictivo, y cómo esto termina repercutiendo en el entorno familiar y comunitario, hay una riqueza muy particular que los escritores saben explotar con elegancia.
Pero más allá del proceso de investigación, el asunto principal que subyace en toda la trama es la influencia negativa que pueden llegar a tener las redes sociales en los chicos de hoy, en tanto estos son fácilmente influenciables por la realidad completamente distorsionada que se percibe allí. Por ahí mismo, Graham y Thorne aprovechan para mostrar las brechas generacionales y comunicacionales que existen en esos espacios, y cómo estas pueden extrapolarse fuera de ellos y convertirse en razón de desencuentro hacia el interior de la familia.
Finalmente, el tema que resulta más inquietante y perturbador es el que respecta a la maldad en sí, reflejada en Jamie como un personaje cuyas intenciones cuesta entender. Su personaje sirve para remover una vez más el eterno debate sobre si se nace o se hace una persona como él, algo que los creadores de historias y psiquiatras llevan siglos intentando esclarecer.
Si busca una serie corta y de calidad, Adolescence tiene todo lo que usted podría necesitar. La propuesta nos ofrece entretenimiento redondo, con la complejidad y la simpleza colocadas cada una en el lugar que toca, para así darnos un producto capaz de mantenernos en vilo mientras nos insta a mirar con más atención al mundo que está fuera de la(s) pantalla(s).
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