Sucedió en uno de los campismos que organizamos en la Facultad de Matemática y Computación de la UH, uno de esos fines de semana en que íbamos buscando sano entretenimiento. Y como todos conocemos, el que no llevaba su entretenimiento desde el punto de recogida de las guaguas lo luchaba en las próximas tres horas. Entonces, cerca de las siete y pico, cuando la noche comenzaba a caer, hubo una ilusión óptica casi colectiva en Dos Hermanas. “¡¡No te imaginas a quién levantó El Teacher!!”, corrió la voz de los que juraban haberme visto «enredado» con una de las sex symbols de la carrera. Más tarde se enteraron de que yo no era el único calvito narizón en la tierra de los mogotes a esa hora.
A casi todos nos ha sucedido que alguien nos saluda muy animadamente, nos menciona dos o tres nombres que jamás hemos oído o no recordamos, y nos dejan pensando “¿y este/a quién es?”. Todo parece indicar que puede que tengamos un “doble” con el que nos confunden. Gracias a este resultado de … la genética … existe material abundante para las comedias de enredo o para “géneros menores” del humorismo –como pudieran ser los apodos-. Con el tema de los dobles se han producido situaciones lamentables, o se han abierto fuentes de ingresos para unos, por solo mencionar varias posibilidades.
Es parte de la cubanía nombrar a alguien como a una figura conocida. Allá por los 80, en Pinar del Río, había un estudiante-poeta en la sede universitaria conocido como El Barry (un “doble” más joven del popular cantante Barry Manilow) y un profesor de geografía al que todos llamaban Kenny Rogers, quien, evidentemente, se vanagloriaba con el apelativo. Años más tarde conocí a un chofer que se presentaba como Leoncio, el malo de la novela La Esclava Isaura, y a un trabajador de mantenimiento de EXPOCUBA que adoptó el nombre de Monserrat, otro malo de las novelas brasileñas. Lo curioso es que un buen día descubrí una práctica similar en Canadá cuando me presentaron a Jackie Chang en una universidad de la provincia de British Columbia…y el “chino” muy contento con aquello. Por supuesto, a no todo el mundo le hace gracia esta práctica por lo que muchos nombres de “dobles” se manejan a espaldas de los aludidos.
Existe también quienes han aprovechado estos parecidos de una forma u otra. Seguramente muchos lectores vieron el capítulo de Callejeros Viajeros donde un tipo alto y en ropa deportiva se presenta como el basquetbolista profesional español Pau Gasol. Algunos, quizás, hayan visto caminar por las calles de Párraga u otros barrios de La Habana, devolviendo el saludo a los transeúntes a un “doble” del conocidísimo Joseito Fernández: un señor mulato alto, con guayabera y sombrero de paja que años antes se paseara en similar atavío por las calles de Consolación del Sur . Esto era, sin dudas, más placentero que continuar ejerciendo de albañil a tiempo completo.
El ejemplo más interesante para mí es posiblemente la noticia en un periódico local, hace unos 4 años, del espectáculo Saturday Night Fever en un teatro a menos de media hora de casa. Si bien los anunciados Bee Gees me resultaron un poco caricaturescos, cosa que me motivó a indagar más y hasta comprar entradas, fue muy sorprendente llegar al concierto. No solo me parecía estar viendo a Barry, Robin y a Maurice, incluso cuando los gemelos ya estaban fallecidos… ¡la banda sonaba auténtica y las armonías eran casi idénticas!
Y hablando de Bee Gees y de “dobles” es imposible no incluir aquí una anécdota de David English en This Is Where I Came In, uno de los últimos documentales biográficos del famoso trío. Cuenta el antiguo manager y amigo personal de los hermanos Gibb que, a finales de los años 70 en Miami, camino al estudio de grabación, pasaban por un restaurante con un cartel que anunciaba “¿Se parece usted a Barry Gibb? Cómase aquí una hamburguesa gratis”. Un buen día, David y Barry, con su habitual sentido del humor, detuvieron su auto en el mencionado restaurant, se sumaron al concurso … e increíblemente… Barry no ganó.
Tela hay para seguir cortando, pues siempre pienso que hay por ahí muchísimas anécdotas de divertidas e infelices confusiones con “dobles”. ¿Se embulla, estimado lector, a compartir la suya?
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