Me sabe amargo admitir que durante mi adolescencia tuve en mi manual de seducciones versos de las canciones de Buena Fe. En aquel tiempo todas las nalgas me parecían poemas escritos por natura en braille, y cositas así. Esos versitos de lana aflojaban los blúmeres hasta de las chicas más recatadas (mis preferidas). Era perverso, lo sé. Pero yo no tenía culpa de que ellas se sostuvieran de la poesía pop para mostrar irreverencia vanguardista, o cierta “clase” medible por el ángulo de proyección de sus narices. Fueron presas fáciles, ya olvidé cuántas se rindieron con las rimas tornasoladas de Intimidad.
Casi todas llegaron a la universidad y mantuvieron el mismo gusto por las canciones de Buena Fe y por el confeti, placeres conmutables. Pero ya en ese tiempo, del dúo guantanamero apenas me quedaba cierta saudade de los días de gloria en el Preuniversitario, cuando desvirgaba santurronas al ritmo de Catalejo. Cuando comencé a escuchar blues y jazz, los discos de Buena Fe me parecían poemarios que ganarían una mención en el Premio David de la UNEAC. No voy a negar que fui a dos conciertos más, como acompañante de una chica apasionada por el confeti, pero con unas nalgas de primera división que bien valían las postalitas líricas de Israel Rojas.
No olvido eso, porque la gente que ahora niega su fanatismo a la poesía de biscuit de Buena Fe es la misma que hace unos años fue a los conciertos con carteles de “te amo, Israel”, al lado del dibujo de la pica que aparece en la portada de Presagios; gente que, en las paradas, puso grafitis así: “hoy habrá catarsis, mañana habrá nacimientos”. Esa gente que ahora cambia el canal si ve al dúo musical en 23 y M es la misma que movía la cabecita cuando escuchaba Tras tus pies y rocanroleaba de lo lindo con En cueros. Y no entienden que con Buena Fe pasa algo: si reniegas de la militancia en el pasado, la aversión se vuelve un estribillo recurrente que nos viene a la cabeza en la panadería, casi siempre en las colas. Para drenar la poética de Buena Fe hay que dejar de pensar en verso, y no emocionarse cuando aparece un arcoíris.
(Yo perdí esa saudade el día en que un amigo, en primer año de Periodismo, pidió permiso a Israel para hacerle una entrevista, y el músico le dijo que fuera a verlo cuando se graduara. Le dio la espalda y se fue en un jeep gris con los cristales empapelados, como si fuera un jodido músico de pop. Igual, Israel ya no es el tipo que compuso Guantanamero. Sin embargo, en Israel Rojas: Una niñez política, especie de perfil naif publicado en El Toque, leemos: […] “Los próximos años serán de éxito profesional pero el hijo de Guantánamo seguirá viviendo en una humildad que los demás ignoran, no verá una langosta en un plato hasta que tiene 30 años, y hará todo lo posible para que el éxito no lo cambie”…
Si quieren saber de la vida política de Israel Rojas, lean el texto mencionado, que tiene pasajes deliciosos, como este: “Su entrada al mundo de la política será con la Perestroika, a través de la revista Sputnik […] Tiene muchas ganas de irse a luchar a Angola pero llega tarde y al graduarse se acaban la URSS, la guerra y todo”.
Ahí lo dejo, y me voy lentamente…)
A quienes más admiro es a los fieles. Esos fans que todavía van a los conciertos en la escalinata de la Universidad de La Habana cada inicio de curso escolar y se paran en punta de pies para ver, sobre todas las cabezas, la cabeza de Israel Rojas y la de Yoel Martínez. Muchos de esos fans ya ni estudian en la universidad, pero igual les sigue gustando el confeti de Buena Fe y lo guardan con tremendo cariño en un estuchito de recuerdos del año 2007. Y así es como ha ganado el dúo, con su ejército de cabecitas locas que todavía se erizan cuando corean No juegues con mi soledad.
Si así lo vemos, Buena Fe es un grupo musical exitoso por sus canciones con sabor a frambuesa o plátano, con esos estribillos dulzones. Y porque participan en la Marcha de las Antorchas y van cantar para universitarios primerizos. Pero sobre todas las cosas, Buena Fe es un dúo exitoso porque supo cómo cantarle a un país de constantes…
Cuba es su Pi (3,14).
Que artículo tan malo. Si apagas el TV cuando sale Buena fe, hablas sin saber. Hablas de lo que no conoces. Jamás escuchaste Sobreviviente, ni La Tempestad. Tienes todo el derecho a esta «catarsis sin nacimiento». Pero los que escuchamos a Buena fe no somos idiotas. Somos gente de Pi 3,14–Te mandamos para allá mismo a ti. Que trabajaste en Cubadebate, y ahora quieres darte detergente y estropajo para quitarte esa historia. Al menos Buena fe es consecuente. Ah, por cierto. Nadie te cree el cuento de que fue a un amiguito a quien Israel no dió la entrevista. Fue a ti mismo. Jajajaja. Y creo que hizo bien. Ningún muchacho de 1er año es periodista. Publicame. No seas tímido.
Que artículo tan malo, por Dios. Que manera de utilizar adjetivos DULCES, que si frambuesa o plátano, que si estribillos dulzones….para tratar de hacer una crítica. Pues yo soy de las que, sigue sin cambiar el canal cuando ellos están, de las que sigo portanto carteles con sus frases que hoy y siempre me han parecido coherentes. Me siguen impresionando y marcando mi vida esos textos y bueno…tantas personas no pueden estar equivocadas. Hay que asumir que Buena Fe es un fenómeno músical y que a pesar de que a muchos le duela, su éxito está probado.
Que artículo tan malo por Dios, hay que conocer poco a Israel para hablar así. Creo que mejor publica en cibercuba.com, en aquel medio le va a ir mejor, al menos tendrá mejor audiencia.
Es muy bueno