Hay nombres de músicos y agrupaciones que yo escribiría con minúscula, para quitarles incluso la nobleza de una letra capital. Uno de esos es clan 537.
No quería escribir sobre ellos, pero hay dolores inevitables. En entregas anteriores hablé de artistas de mi nostalgia, con un cariño casi pueril. Para este texto pensé mucho, sobre todo en la música que nunca me gustó. Al final quedó este dúo formado entre 2000 y 2001, dupla ecléctica de un músico de instrucción profesional, Baby Lores, y un rapero purasangre —démosle ese crédito a Insurrecto, que incluso ganó en su juventud un concurso de rap convocado por la AHS. Esto, sin dudas, es algo.
Aclaro: no es que odie clan 537, simplemente creo que el ocaso de Candyman no debió coincidir con el alumbramiento y despegue del dúo. El santiaguero no merecía ver cómo su género se convertía en souvenir. Esto nadie lo dude: la verdadera expansión del reguetón comercial empezó con el fenómeno de clan 537…
La melodía del género cambió. A la par de una musicalidad diversa —menos agresiva, cierto—, clan 537 apeló a la mnemotecnia del silbido. Cosa que nadie pudiera olvidar un tema una vez cantado. Eso, y cierto empleo hábil de la onomatopeya; pocos olvidan el “auuhh”, aullido con que comenzaba la canción de La Caperucita. La letra de este tema derivaba en un rapeo, digamos, fabulador: “Pensaste que el cazador me había mata’o/ pero aún estoy vivo/ me fui del bosque y estoy en el mundo anima’o/ formando lo mío»…
Y en eso de contar una historia —canción mediante— debemos premiar a Baby Lores e Insurrecto, porque fueron los primeros que, con bastante constancia, aplicaron a sus lyrics ese interés por narrar un hecho. La evolución la observamos en el tema Déjala ir, con evidente estructuración dialógica, una conversación musicalizada: “Te gusta amenazarla/ Eso era jugando/ Has intentado golpearla/ Estás exagerando” … Y luego sigue en estrofas donde, alternadamente, cada uno habla de una mujer, un trío amoroso. Eso: una historia —la fórmula se repite en El Tatuaje, La Bailarina del VIP y otras.
Por si alguien tiene dudas del éxito indiscutible de clan 537 ante el público cubano, esta es la clave: ritmo pegadizo y letras que cuentan historias. Es fácil aprenderse un cuento, entonarlo como un silbido.
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Con la separación del dúo original, al margen de 2008, y la conformación de la nueva dupla Baby Lores-Chacal, clan 537 lanzó canciones más cercanas al frenesí del sexo o a una especie de lujuria sicodélica en temas como Explícale o La Chica se manda. Esto —lo supimos luego—, era el sello del Chacal (antes de su explosión romántica bachatera). No era la misma escritura de Lágrimas, cuando el dúo original hizo llorar a 500 mujeres en un concierto. Con la nueva pareja encontrabas fragmentos así: “Explícale que si te cojo/ te voy a meter con to’/ que lo que hice la otra noche a ti te gustó” …
El papel del Chacal en clan 537, y en el reguetón cubano, fue el de ariete. El tipo encargado de romper lo establecido y revolucionar el género urbano en la Isla. Fuera el doble sentido. Chacal cantó el sexo sin velos idiomáticos, sin medias tintas. Fue uno de los primeros reguetoneros que no temió a la censura por obscenidad. De hecho, ni pensó en eso. Lo demuestra en El sexo nubla la vista, colaboración con El Yonqui, y en ese otro featuring, Sexo, cuando, a dúo con Chocolate MC, proclama: “Sexo, yo quiero sexo” …
Chacal, por si nadie lo ha pensado, quizá sea el eslabón perdido entre el reguetón de la vieja escuela y el reparterismo —no hablo de rítmica ni fondo musical, sino de la influencia explícita de sus letras, caldo de cultivo propicio para el libertinaje de los exponentes que surgieron luego.
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Todos saben lo que sucedió con clan 537. Después de algunos desplantes, litigios, ajustes de cuentas y “tiraderas”, cada uno siguió por su lado. Baby Lores emprendió carrera en solitario, al igual que Insurrecto y Chacal. De los dos primeros supe muy poco luego de quedarse solos. Recuerdo aquellos Premios Lucas donde Insurrecto lo ganó casi todo con aquel tema, Cerro cerra’o, lo mejor que escribió el autodenominado “El mejor bolígrafo de la República”. Del Chacal, qué decir, ese hombre es una boya. Ni siquiera la tormenta del reparterismo logró hundirlo.
En 2014, Baby Lores e Insurrecto se unieron otra vez solo para realizar una gira por Estados Unidos y componer un material discográfico. Lo hicieron también en 2016. Fue una reconciliación contextual, un poco de estrategia de mercadotecnia. Dijeron que se juntaban otra vez porque el público extrañaba verlos juntos. Cualquiera se da cuenta de que son ellos quienes se extrañan; de que intentando ser ellos mismos no son nada uno sin el otro.
Quizá por ese idilio fraternal es que hoy se odian todavía. Hace poco más de un año Insurrecto pidió a Baby Lores que saliera ya del clóset. Lores replicó invitando a su ex amigo a una pelea en público, en una jaula, ante las cámaras, para demostrar su hombría. Dígame alguien, ¿hay algo más puro que ver a dos hombres incrustándose a puñetazos el cariño en el pecho…?
Chuck Palahniuk lo sabe.
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