Qatar lo intentó, pero no pudo imitar a Venezuela. Se cerraron atrás, crearon ocasiones de peligro, y Ospina se vio exigido más de una vez, hasta que les llegó su hora. Un pase preciso de James, enviado al fondo de las redes por Zapata, acabó con la estrategia de Qatar. No sé por qué, pero en el instante del gol, la imagen que me vino a la memoria fue el pase de Tom Brady a Rob Gronkowski en el Super Bowl del 2019. Genios conjurados para solucionar el partido en un instante. Si lo desea puede decretar el final, señor árbitro, con esta obra de arte es suficiente.
Messi es un fantasma. Un ser etéreo que deambula por el campo. Un reflejo pálido del 10 del Barça. Un hombre que no sonríe ni cuando marca. Un condenado a jugar con una de las selecciones más patéticas en estos momentos. Messi es el tercer jugador más cerca de Franco Armani cuando el arquero comete una falta torpe varios metros fuera del área. Messi recupera un balón al borde de su área tras la salida de un córner de Paraguay. Messi busca balones donde Busquets y Rakitic suelen iniciar el juego de los azulgranas. Messi, en el mismo equipo que Di María, un extremo capaz de tener apariciones fugaces para perder el balón. Messi, en el mismo equipo que Otamendi, un defensa que entra a destiempo y en lugar de recoger los pies, le pega una patada al rival para regalarle un penalti. Messi, en el mismo equipo que un portero incapaz de despejar un balón en tres cuartos de cancha. Messi, que no permite a Dybala jugar. Messi sin Mascherano, sin Banega, sin Biglia, mediocampistas que considerábamos inútiles para ayudar al 10 y hoy añoramos. Messi y el sueño hecho pesadilla.
Argentina aún puede clasificar. De hecho, puede clasificar como segunda de grupo. Así de dadivosa es la Copa América. Pero lo más probable, lo impensable, y lo que más necesita la albiceleste, es ser sepultada por Qatar. Un golpe de gracia que ponga fin a los estertores del moribundo. Si Argentina no muere, ¿cómo va a renacer?
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