Después de décadas fuera del ojo público, Giselle Odette, la inolvidable rubia que se convirtió en un fenómeno de la televisión cubana durante los años noventa, ha reaparecido para contar brevemente su historia de transformación personal. La que fuera uno de los rostros más deseados de la pantalla nacional, ahora se presenta como una mujer completamente renovada, dedicada al yoga y al crecimiento espiritual.
El pasado 22 de septiembre, el canal de YouTube Esto Me Cuadra fue el escenario de su reaparición. En una conversación casual con los anfitriones del programa, Giselle demostró que mantiene intacto su sentido del humor al declarar, entre risas, que si los presentadores no llegaban a decir quién era ella, nadie la conocería. «La rubia nunca estuvo tan buena nada», agregó con la espontaneidad que la caracterizaba en sus años de gloria televisiva.
Esta declaración, cargada de ironía y autoconocimiento, revela a una mujer que ha aprendido a reírse de su propio pasado y que ha encontrado la paz con su imagen pública de antaño.
Para quienes crecieron viendo la televisión cubana entre mediados de los noventa e inicios de los 2000, la cienfueguera representa una época dorada del entretenimiento nacional. Su presencia en el programa humorístico Pateando la lata, dirigido por Delso Aquino, era tan impactante que incluso se acuñó la frase «La rubia de Pateando la lata… ¡Qué buena está!», que se convirtió en parte del vocabulario popular de la época.
Durante seis años, Giselle fue uno de los rostros más reconocibles de la pequeña pantalla cubana, robando suspiros y convirtiéndose en el sueño de miles de televidentes. Su figura despampanante y su carisma natural la transformaron en un verdadero sex symbol.
En su reciente aparición, Giselle reveló que actualmente la vida le lleva muy bien, sobre la base del «autoconocimiento y la sabiduría central». Esta declaración marca una diferencia notable con la imagen superficial que muchos podrían tener de la antigua estrella televisiva.
La transformación de Giselle incluye una experiencia significativa en la India, donde buscó cumplir con lo que llamó su «propósito de vida». Este viaje espiritual parece haber sido fundamental en su proceso de crecimiento personal y en la redefinición de sus prioridades vitales.
Actualmente se desempeña como profesora de yoga, una profesión que representa la materialización de su búsqueda espiritual. A principios de 2023, fungió como relacionista pública en la quinta edición del Festival del Monólogo Latinoamericano y Premio Terry en Cienfuegos, aunque una inoportuna infección por Covid-19 le impidió asistir presencialmente al evento.
Hace algún tiempo debutó como instructora de yoga en La Habana, una experiencia que compartió con entusiasmo en sus redes sociales. «Cuando guías tu primera clase de yoga como profesora en La Habana…», escribió en Instagram, relatando cómo lo que comenzó como una sesión de yoga terminó en un almuerzo improvisado en el Hotel Nacional, acompañada por otras practicantes, incluyendo a la reconocida actriz Maikel Amelia Reyes.
La carrera artística de Giselle continuó después de Pateando la lata, aunque por senderos menos visibles para el público cubano. En 2015, sorprendió con su participación en Amores gatos, una tragicomedia experimental peruana dirigida por Juanma Calderón, que narra las peripecias de un poeta cuidador de gatos en Nueva York.
Este nuevo capítulo en su vida también incluye su interés por la astrología y el tarot, disciplinas que ha estado explorando a través de talleres especializados, evidenciando que su búsqueda espiritual abarca múltiples dimensiones del conocimiento holístico.
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