La relación entre el cine y las series de televisión con los videojuegos tiene una historia de disfuncionalidad más larga que la de cualquier familia real que se respete. Los tránsitos entre estos formatos audiovisuales han fallado más veces que las que estamos dispuestos a admitir los fans, a quienes nos ha tocado sufrir bodrios infumables mañana, tarde y noche durante años.
Afortunadamente, gracias a la misma pauta caótica que ha parido joyitas como los filmes de Street Fighter o Super Mario Bros, o juegos como aquel infame E.T. The Extraterrestrial, de vez en cuando llegan títulos como The Last of Us (TLOU), una serie que vino a romper el patrón como pocas antes.
De antemano, todo parecía pintado para que el show tuviera éxito. Producido por HBO, tomó como inspiración la aclamada bilogía de videojuegos, lanzada entre 2013 y 2020 por la empresa Naughty Dog en exclusivo para las consolas PlayStation, de Sony.
El guion y desarrollo de la propuesta estuvieron a cargo de Craig Mazin (Chernobyl) y Neil Druckman, este último fue el mismo que ejerció como escritor en la obra original. Por si fuera poco, también se sumó al proyecto el compositor argentino Gustavo Santaolalla, doble ganador del Oscar a la mejor banda sonora original por Brokeback Mountain (2005) y Babel (2006) y creador del score de ambos videojuegos.
Luego, para los roles protagónicos de Joel y Ellie, ficharon a Pedro Pascal (Narcos, The Mandalorian) y Bella Ramsey (Game of Thrones), dos elecciones que, pataleos aparte de algunos fans, a larga también fueron aciertos descomunales.
El reparto de la primera temporada fue completado, entre otros, con Anna Torv (Fringe), Nick Offerman (Parks and Recreation), Gabriel Luna (Agents of SHIELD) y Melanie Lynskey (Two and a Half Men), además de apariciones especiales de Troy Baker y Ahsley Johnson, encargados de poner voz y movimientos al Joel y la Ellie originales.
El relato, que nos presenta una variante del apocalipsis global, desencadenada por un virus de origen fúngico que convierte a la gente en algo bastante parecido a zombis, coincidió con la pandemia de la Covid-19, hecho que también aprovecharon Mazin y Druckman para colar sus reflexiones en torno a este fenómeno.
Todo comienza cuando Joel ve su vida rota por la muerte de su hija Sarah (Nico Parker), el mismo día en que todo se va a bolina. Veinte años después, nos lo encontramos en una versión de los Estados Unidos, en donde la Agencia Federal de Respuesta a Desastres (FEDRA) controla ciertas zonas de cuarentena y se enfrenta a las fuerzas opositoras, conocidas como Luciérnagas.
Convertido en un contrabandista capaz de arriesgarlo todo por conseguir los medios para reunirse con su hermano Tommy (Luna), Joel trabaja con Tess (Torv) para buscar una salida de lo que queda de Boston, cuando el azar provoca que se cruce con Marlene, líder de las Luciérnagas, quien le encarga llevar a Ellie con sus compañeros del otro lado del país. Lo que no saben Joel, ni Tess, es que Ellie es la única persona del planeta inmune al virus y, por tanto, un activo valiosísimo para ambos bandos.
Una vez introducido el principal conflicto de la historia, comienza una suerte de road movie llena de todos los peligros imaginables: los susodichos zombis en muchas variantes, caníbales, fanáticos religiosos y, en general, gente desesperada en busca de venganza o de alguna vía de escape a la tensa situación que se vive en cada lugar.
En primer plano, TLOU puede parecer una serie apocalíptica más al estilo de The Walking Dead o Falling Skies, y en parte lo es, pues comparte con ellas ciertos lugares comunes que la hacen más fácil de reconocer e identificar para el público general.
Sin embargo, más allá de lo que tiene en común con otras “primas” del subgénero, la narración tejida por Mazin y Druckman a partir del cuento que ya fuera aplaudido por gamers y críticos de todas partes, no busca usar el factor emocional como una herramienta de efecto que se convierta en la salvadora de todas las situaciones.
La sicología y profundidad, sobre todo de Joel y Ellie, es explorada con el paso de los episodios, mientras a su alrededor se nos presentan arcos mayormente episódicos que sirven para explicar la esencia del show: no existen los malos y los buenos, solo gente normal y corriente que intenta sobrevivir un día más en un mundo roto.
Obviamente, terminamos manipulados por la brillante forma en que está planteado el guion, pero, a lo largo del camino junto a este par de antihéroes, también somos testigos de un profundo estudio de la naturaleza humana que nos hace entender un poco mejor actitudes que van desde la violencia extrema y el dolor hasta la esperanza y la redención.
Algo notable en la serie es su enorme respeto por el ritmo y la progresión dramática que vienen del videojuego. Tenemos episodios de más vértigo y otros de background (sobre todo Long, Long Time y Left Behind) que algunos ignorantes etiquetarán como “de relleno”, pero si algo queda claro es que TLOU sabe bien cómo y cuándo “golpearte”, todo ello sin necesidad de violentarnos con dramatismo barato y lagrimeo sensiblero.
Luego de ver estos nueve capítulos, por obvio que parezca a muchos, queda la percepción de que el amor puede ser un arma de doble filo, capaz de sacar de nosotros lo mejor y lo peor, con tal de salvar a quienes queremos proteger.
De momento, tras adaptar al formato seriado solamente The Last Of Us: Part I, los creadores han confirmado que habrá al menos un par de temporadas más de la serie. Con la segunda parte aún por delante, solo podemos decir que se aproximan varios giros de guion que pocos verán venir.
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