El mes de Halloween terminó, pero los ecos quedan, y más porque algunos tenemos fresca en la memoria la nueva antología de terror de Guillermo del Toro, llamada Cabinet of Curiosities.
Está conformada por ocho episodios, estrenados en tandas dobles entre el 25 y el 28 de octubre. Fueron presentados por el propio del Toro, tal y como hizo Alfred Hitchcock en su tiempo. Ahora, gracias a la distribución de Netflix, nos llegó una de las piezas ineludibles para cualquier amante de este género y del buen cine.
En la dirección, las adaptaciones y el elenco de esta temporada encontramos nombres conocidos como el de Regina Corrado (Deadwood), David S. Goyer (Blade y The Dark Knight), Tim Blake Nelson (Watchmen), F. Murray Abraham (Mythic Quest), Rupert Grint (Harry Potter), Ben Barnes (Shadow and Bone), Dan Stevens (Legion), Crispin Glover (Charlie’s Angels), Nia Vardalos (My Big Fat Greek Wedding) Peter Weller (Robocop), Sofia Boutella (The Mummy) o Andrew Lincoln (The Walking Dead), además de un grupo de creadores e intérpretes que dan mucha variedad estilística y narrativa a la propuesta, sin perder nunca la idea de asustar y darle forma a mediometrajes de una calidad cinematográfica superior.
En los dos primeros episodios: Lot 36 (dirigido por Guillermo Navarro a partir de un texto adaptado de del Toro y Regina Corrado) y Graveyard Rats (bajo la adaptación de Vincenzo Natali sobre un texto de Henry Kuttner), el leitmotiv viene a ser la avaricia. Sus protagonistas, encarnados por Tim Blake Nelson y David Hewlett, son tipos capaces de cruzar casi cualquier límite físico e intangible con tal de ganar algo más de dinero. Al final, la lección vuelve a ser la de siempre: todo precio requiere un sacrificio y no siempre es un intercambio justo.
The Autopsy, realizado por David Prior, con guion de David S. Goyer e inspirado en una narración de Michael Shea, cuenta la historia de un minero fuera de control (Luke Roberts), quien detona un extraño artefacto bajo tierra y provoca la muerte de otras nueve personas.
Todo se enreda cuando el sheriff del pueblo (Glynn Turman) contacta a un doctor amigo suyo (F. Murray Abraham) para realizar una segunda autopsia al cuerpo del hombre que causó la catástrofe, quien resulta ser el huésped de un parásito alienígena. La reflexión que se hace aquí en torno a la muerte como fenómeno inevitable y el giro final, son dos de los momentos más interesantes que encontramos en la presente antología.
Kate Micucci es Stacey, una oficinista amante de la taxidermia, que desea dejar de ser un patito feo. Un día recibe una loción “mágica” como regalo y lo que parece bueno termina siendo un arma de doble filo, pues su cambio de imagen externa viene acompañado de su transformación en un ser frívolo y hasta homicida. Este es el argumento de The Outside (Dir. Ana Lily Amirpour y teleplay de Haley Z. Boston, desde el webcomic de Emily Carroll), en donde la superficialidad se muestra como el más grande de los “monstruos”.
Pickman’s Model y Dreams in the Witch House son dos relatos de H.P. Lovecraft, dirigidos y adaptados por las duplas Keith Thomas-Lee Patterson y Catherin Hardwicke-Mika Watkins, respectivamente.
En el primer caso, Ben Barnes es Will Thurber, un estudiante de arte en la Universidad Miskatonic, quien traba amistad con Richard Pickman (Glover), autor de unos hipnóticos y perturbadores lienzos. Con el paso del tiempo, el primero descubrirá que las obras de su amigo son más reales de lo que piensa y buscará una solución para el tormento que estas significan.
Luego, tenemos la trama sobre Walter Gilman (Grint), quien en su infancia fue testigo de cómo el espíritu de su gemela era arrastrado a un misterioso bosque tras su muerte. En la adultez buscará recuperar a su hermana y terminará despertando un mal que jamás debió conocer.
Ambos, Thurber y Gilman, aprenderán que hay asuntos con los que no vale la pena meterse, mientras que sus historias funcionan como una metáfora en torno al sufrimiento: primero el vinculado a la creación artística y luego el del duelo no superado tras la pérdida de alguien cercano.
El séptimo segmento, nombrado The Viewing, conducido por Panos Cosmatos y escrito por él mismo junto a Aaron Stewart-Ahn, entra en un tono más cercano al humorístico y se vale de una estética sicodélica. Aquí, un millonario excéntrico cita en su casa a un variado grupo de personas con la intención de contactar con la entidad extraterrestre que habita en un meteorito que él posee. Por supuesto que todo sale mal en este corto, también un poco lovecraftiano. El capítulo sirve para señalar e incluso burlarse de las personas a quienes el dinero y el poder hacen sentirse como dioses que caminan entre nosotros (Elon, te hablo a ti).
La presentación del señor del Toro cierra con The Murmuring, dirigido y adaptado por Jennifer Kent. Posiblemente la única entrega que tiene algo mínimamente parecido a un “final feliz”, es una nueva reflexión en torno al duelo y la pérdida. Los misterios de la naturaleza y los toques fantasmagóricos son las vías mediante las cuales una pareja consigue empezar a procesar la muerte de una hija.
Después de ver las ocho partes de este Gabinete de Curiosidades, uno no puede hacer menos que aplaudir. Cierto es que estas ficciones pueden en algunos casos resultar básicas y hasta redundantes si se las mira como conjunto, pero detrás del gore, las criaturas grotescas y las escenas escalofriantes —creadas maravillosamente—, da gusto descubrir que hay más que eso en dicha serie.
El horror y el juego de lo oculto sirven como pretexto para tocar asuntos de la condición humana (algunos los hemos mencionado antes). Por si fuera poco, el show intenta trascender el susto fácil mediante la exposición de fenómenos como el machismo, la “migrantofobia”, la banalización de la sociedad y la muerte.
Curiosamente, no encontramos tramas ubicadas en el presente, ni tampoco se explota el tema de la tecnología de hoy en pos de la narrativa, lo cual, más que un defecto, resulta una declaración de intenciones de parte de del Toro y sus colaboradores, quienes no solo hacen terror cercano a la “vieja escuela”, sino también prescinden de celulares y computadoras para expresarse, aunque nunca se olviden de los temas que están vivos en el mundo actual.
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