Desde que se creó la televisión y se estableció como fenómeno de masas, surgieron también los programas estelares para el sábado en la noche. Esos shows de variedades, con música, entrevistas, sketches humorísticos y algunos otros ingredientes más, forman parte de una fórmula que aún se recicla con más o menos éxito en el mundo entero.
Hablar de los 90 en Cuba, así, a botepronto, es recordar la estrechez, los apagones y el dólar, pero también es mencionar a Sabadazo, una de las razones que permitió a la gente mantener la sonrisa, incluso en la etapa más “oscura” del llamado Período Especial.
La aparición en pantalla de este espacio fue el resultado de una grata sucesión de eventos que hicieron confluir, en una improvisada y ficticia azotea habanera, a humoristas, presentadores y músicos consagrados, quienes dieron forma, con su talento, al que posiblemente haya sido el último gran show del fin de semana televisivo en la mayor de las Antillas.
Carlos Otero fue el principal estandarte del proyecto, en primer lugar, porque ya era un tipo conocido por su aparición en el popular concurso de talentos Para Bailar y también por su increíble capacidad para alternar entre un estilo de conducción sobrio y, además, servir como pivote o centro para muchos de los chistes que se hacían en escena.
Por la parte de los “cómicos” hay que agradecer a la dorada era de los 80, etapa en la que florecieron incontables grupos y figuras que terminaron por juntarse bajo las órdenes del director Julio Pulido, uno de los maestros en la realización de este tipo de espectáculos.
Allí coincidieron varios “monstruos” de la risa, entre quienes se cuentan Osvaldo Doimeadiós, creador de los personajes Margot y Feliciano; Ulises Toirac, quien dio vida a Matute, Liudmila y Teo Manguera, entre otros; Geonel Martín, alias Gustavito y Maricusa; Ángel García, el “papá” de Antolín el Pichón y La Pía; Conrado Cowgley, quien terminó por perder el nombre ante la notoriedad de su alter ego, Boncó Quiñongo; y Carmita Ruiz como Teresa Prieto.
Resulta imposible olvidar todas esas veces en que Gustavito y compañía sacaban de quicio a Carlos con sus preguntas disparatadas, las conversaciones de Antolín con Manacas, la onda de Boncó, ese precursor noventero del “reparterismo”, las canillas de Ulises cuando se disfrazaba de Liudmila o las ocurrencias de Margot. Por cosas como esas, Sabadazo se ganó de inmediato al público: al de casa y al del estudio.
Justo a la misma altura del talento detrás de cámaras y en escena, llegaban semanalmente a su plató las mejores agrupaciones y los grandes artistas del país en aquella época, entre ellas, Los Van Van, NG La Banda, Charanga Habanera, Adalberto Álvarez y su Son, Manolín, el Médico de la Salsa o Dan Den, quienes aportaban su buena música y se esforzaban por contener la carcajada cuando los actores hacían de las suyas, ya fuera en las pausas dramáticas o cuando les daba por montar una coreografía para “moverse” con algún tema.
Aquel compendio de entretenimiento, que comenzó a salir al aire desde 1993, no tuvo problemas para mantenerse en la cima de la preferencia durante pocos años y, por el camino, también se convirtió en el enésimo ejemplo de que la risa puede aliviar hasta la peor de las crisis.
Lo más significativo es que en aquel tiempo de tantas carencias se produjo un programa de enorme calidad en todos los sentidos, mientras que en la actualidad, con mejores recursos tecnológicos y las posibilidades de buscar otros referentes, tanto las propuestas humorísticas como los shows de variedades son decepcionantes, por no decir que apenas sobreviven en la pequeña pantalla del archipiélago.
Años después, Quiñongo recordaba su paso por Sabadazo con un post en su cuenta de Instagram, el cual acompañó de una imagen de la época y las siguientes palabras: “Qué momentos para disfrutar de la televisión cubana con buenos actores y humoristas”.
Hace un tiempo, Otero dijo, en una entrevista en EEUU, que en 1996 decidió dejar el proyecto porque pensaba que necesitaba un cambio, pero las modificaciones no se hicieron de la forma en que él creía. Parece ser este uno de los motivos principales por los cuales finalizó. Menos de cinco años estuvo en pantalla de manera regular. Lo cierto es que, después de aquello, los fines de semana nunca volvieron a ser tan divertidos.
Luego de que concluyó su etapa fija en la TV cubana, el espacio regresó en algunas ediciones especiales de fin de año, dándonos alegrías puntuales de vez en cuando. Igualmente, ha sido reeditado fuera del país en teatros o canales locales de Miami, Florida. Allí, los afortunados han podido revivirlo, al menos, en parte, aunque la verdad es que jamás se ha repetido el éxito que lo colocó entre los momentos televisivos más recordado de los 90.
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