En 1997 se estrenaba la telenovela Tierra brava, bajo la dirección de Xiomara Blanco. Teniendo como base la obra Medialuna, de la escritora Dora Alonso, pensada inicialmente para radio, esta adaptación llegó a alcanzar, en su momento, récords de audiencia. La sinopsis detalla la rivalidad entre dos hacendados vecinos y, más allá de la historia de los ricos, estaban los conflictos amorosos de los descendientes de ambas familias en guerra histórica.
Para seguir con el formato de probado éxito, en este audiovisual existía un galán rompecorazones, Nacho Capitán (Fernando Hechavarría), una joven atractiva que se enamoraba de este, Verena (Jacqueline Arenal), hija del acaudalado Lucio Contreras (Rogelio Blaín). Esta mujer amaba a Nacho, pero también sentía algo similar por Julio (Jorge Alí). Estaban, además, los miembros de la servidumbre: Justa (Alina Rodríguez), Silvestre Cañizo (Enrique Molina) y Julio, fieles a su patrón.
Hubo un capítulo de Tierra brava en el que Lucio tuvo un accidente a caballo, en el que perdió la vida su esposa Isabel (Luisa María Jiménez). En ese episodio pudieron apreciarse las distintas reacciones que esta situación provocó en los conocidos y allegados. Los sirvientes socorrieron a las víctimas y ocultaron lo sucedido. A partir de aquí comenzaron a guardarse nuevos secretos y a descubrirse otros.
Con este elenco de lujo, la fórmula pareció funcionar, y casi cinco años después, Xiomara Blanco decidió repetir con algunos de esos actores, aunque la trama sería distinta.
Destino prohibido, lanzada en 2004, podría resumirse así: una joven se debatía entre un triángulo amoroso conformado por el galán que le convenía, socialmente hablando, (aunque más adelante veríamos que no sería así) y el empleado mestizo. Esta sería la trama central, pero, como todo audiovisual de este tipo, y para rellenar sus noventa horas de duración, subyacían otras situaciones marcadas por la discriminación racial, las diferencias de clases, hijos abandonados, ilegítimos, madres resentidas, celos, envidia, estafa…
En las primeras escenas de la serie aparecían gitanos en caravanas y luego la mansión de los Montebello. En este último sitio estaban Samuel (Miguel Fonseca) y María del Pilar (Tahimí Alvariño), una de las relaciones amorosas de la novela (luego resultó que ambos tenían vínculos sanguíneos). Amalia (Blanca Rosa Blanco) y Don Ernesto (Rogelio Blaín) intercambiaban miradas. Este adinerado veía en la joven un parecido a su difunta esposa. Por otro lado, Jeremías Mendoza (Enrique Molina) intentaba casar a su hijo con Rebequita (Heydy González).
En esta obra, mientras los ricos se atormentaban entre herencias y posiciones, los gitanos, en cambio, aunque tenían sus historias de romances prohibidos, hijos abandonados y amoríos, luchaban por tener su territorio y mantener sus raíces.
Ambos materiales eran “telenovelas de época”. Fueron rodadas en estudios: todos los decorados de las grandes mansiones se hicieron de cartón, aunque con muchos detalles; además de lo anterior, se prestó especial atención al vestuario, maquillaje y todos los elementos de ambientación para que nada rompiera la estética.
La repetición de actores en similares situaciones ha provocado que, con el paso del tiempo, muchos confundan algunos personajes; por ejemplo: Rogelio Blaín (Lucio Contreras y Don Ernesto) era un hacendado poderoso en las dos; Alina Rodríguez y Enrique Molina compartían muchísimas escenas; Jacqueline Arenal se hallaba en el centro de muchos conflictos, primero como Verena y luego como Rosario la bella. Más allá de lo anterior, en el elenco de una y otra coincidían nombres como Odalys Fuentes (Carmen y Doña Georgina), Zelma Morales (Regina/ Reina y Esperanza); Enrique Almirante (Roberto y Leopoldo), Nieves Riovalle, Rolando Núñez y Mijail Mulkay.
Las actuaciones eran excepcionales. Algunos de los roles han quedado como sobrenombres eternos: Silvestre Cañizo para Enrique Molina, Verena para Jacqueline Arenal o Nacho Capitán para Fernando Hechavarría, por solo mencionar algunos.
Quizás a modo de broma -o no- varias personas consideraron a estos audiovisuales como partes de una saga: Destino prohibido como continuación de Tierra brava. Si las miramos desde el punto de vista de los tradicionales seriales televisivos, la afirmación anterior alguna lógica tendría, pues muchos de los actores eran los mismos, y las situaciones, aunque distaban un tanto, eran muy parecidas.
Otro dato: la música de ambas era muy identificativa. La de la primera estuvo a cargo de Frank Fernández, y la de la segunda, de Sergio Vitier.
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