Jorge Bacallao: «En el humor no deberían existir límites»

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Jorge Bacallao. Foto tomada de su perfil en Facebook.

Para hacer humor en serio, hace falta tener mucha imaginación, cultura y unas ganas enormes de crear. Tampoco es que esos ingredientes sean los únicos, pero cuando uno conversa con Jorge Bacallao Guerra, le da la impresión de que por ahí van los tiros.

Este matemático de carrera y humorista de la vida es un ser con una memoria envidiable. Posee, además, una mente tan fértil que podría servir para cosechar hectáreas enteras de papa en el mismísimo Sahara. Las ideas que se le ocurren a diario son tantas, que debe incorporarlas a una lista de pendientes con tal de evitar que alguna de ellas quede olvidada para siempre.

Profesor hasta hace un año de la Facultad de Matemática y Computación de la Universidad de La Habana, Jorge es también ajedrecista consumado, estudioso incansable del arte de la risa y dueño de una preciosa biblioteca de la que se ha “alimentado” a lo largo de su vida, y de la que sigue sacando “lascas” con tal de mantener vivo a ese personaje serio e irreverente que conocimos hace años mientras leía el texto que comienza así: “Mi Habana es una ciudad única, seductora, enajenante, histórica… histérica”.

Para saber más acerca del hombre detrás de los monólogos y esos textos hilarantes y profundos, Cubalite conversó con Bacallao por vía telefónica y aquí les presenta el resultado de ese diálogo.

¿Cómo descubriste que el humor era lo tuyo?

Esa es una pregunta bastante curiosa, porque puedo decirte, casi con exactitud, cuál es el hecho por el que me inicié en el humor. Pero antes de eso, tengo que contarte sobre mi familia.

Mis dos abuelos, tanto por parte materna como paterna, eran tipos geniales, con un sentido del humor muy profundo y cubano. Ambos eran del campo y dominaban inconscientemente eso que nosotros conocemos como choteo criollo. Yo crecí con ellos y también con mis padres, quienes también me “bombardeaban” constantemente con chistes, poemas y otras manifestaciones en tono cómico. Todo eso se me “pegó” gracias a la buena memoria que me tocó.

La dichosa anécdota viene de cuando mi padre era niño e iba en tren hacia Güira de Melena. Uno de esos días, se montó un señor en el vagón y repartió décimas graciosas, entre las cuales estaba una llamada El peo de Barceló. Mi papá se la aprendió y me la enseñó cuando yo tenía tres años más o menos. Como era tan chiquito y ya recitaba con fluidez El peo… con todas sus estrofas, me volví medio famoso en el barrio, al punto de que me llevaban a actividades del Comité y otras parecidas para declamar esa y más poesías que me sabía. El tema es que, cuando recién empezaba en el Círculo Infantil, estábamos en plena jornada “Camilo-Ché” y llegó una visita. En ese momento, reunieron a varios niños y preguntaron quién quería recitar. Allí salí yo, metí el susodicho poema y el acto se fue abajo.

¿Matemático y cómico?

A pesar de que me considero una persona inteligente, y de que siempre tuve buenos resultados académicos, no creo que yo tenga unas dotes especiales para las Matemáticas.

Pero tampoco se puede decir que te haya ido mal con ese asunto. Lo digo porque cualquiera no que tiene un Máster en Ciencias Matemáticas, ni ha trabajado haciendo análisis estadísticos de datos en varios centros de investigación de país.

Tampoco es que sea malo (risas), pero ciertamente sucede que mis habilidades son mejores en cosas más generales. Lo que pasa es que siempre fui, a la par de mis estudios de ciencias exactas, un buen lector y cinéfilo. También tuve gran interés por la escritura. Inspirado por esa inquietud artística fue que, a pesar de ser estudiante Matemática y Computación, comencé a vincularme al movimiento humorístico que en ese tiempo estaba de moda en las universidades, gracias a la influencia del Conjunto Nacional de Espectáculos (CNdE) y posteriormente del Centro Promotor del Humor.

Precisamente de esas primeras oleadas salió gente como Eduardo del Llano, Iván Camejo, Osvaldo Doimeadiós, Otto Ortiz, Omar Franco, Eleuterio González (Telo/Pipe), Oscar Bringas (Papo), José Alberto Piñeiro (Jape) y varios más. Nosotros, o sea, Luis Silva, Fernando y David, los del Proyecto Delta y yo, pertenecemos a la generación que le siguió a ese grupo y desgraciadamente creo que fuimos la última salida de la universidad.

¿Por qué no florece en Cuba un género como el stand-up comedy?

Considero que aquí el stand-up comedy está un poco limitado y por ello es difícil vivir de él en nuestro país. Por supuesto que se puede transformar con tal de hacerlo potable para espacios como bares y cabarets, pero mi experiencia —y la de otros colegas— ha sido bastante mala en ese sentido. El problema es que llega un momento a partir del cual el humor deja de ser arte y se convierte en un oficio, porque quienes lo hacen ponen la parte económica por encima de lo demás.

Hace años, cuando estaban activos Virulo y el CNdE y muchos otros grupos de finales de los ochenta y principios de los noventa, las motivaciones eran diferentes. Las cosas no se hacían por dinero, a pesar de que se llenaban teatros grandes como el Karl Marx o el Mella. En ese tiempo, el interés era mayormente cultural y no económico.

Desgraciadamente, el contexto ha cambiado y aunque el stand-up y otras formas del humor han logrado insertarse de alguna manera, ciertamente se hace complicado lograr que despeguen debido a las condiciones socioeconómicas. Por eso pasa que muchísima gente buena y con capacidad para dar forma a proyectos y espectáculos de más calidad, sencillamente no los hacen, porque tienen que priorizar un plato de comida.

¿Qué tipo de humor funciona mayormente en nuestro país?

En este momento, da la impresión de que el público nacional entiende el humor de una manera diferente al resto del mundo. En otros sitios, como España o Estados Unidos, la gente va a ver monólogos a los bares, mientras que aquí se hace lo que llamamos “cifarra”. Esto consiste en empatar un chiste detrás de otro, intercalando una cortina musical entre ellos, de forma que, si alguien del público se distrae con la bebida o el romanceo, pues no se pierde una parte demasiado extensa de lo que está diciendo el cómico.

Ese estilo que te expliqué, más allá de la efectividad que tiene en muchos lugares, lo que hace es matar la creatividad, pues para tener éxito en él sólo se necesita tener “tabla” y buscar unos buenos “cuentos” en internet.

Además de los monólogos ¿a qué más dedica su tiempo de creación?

Precisamente porque me siento descolocado en relación al tipo de humor que se hace generalmente en Cuba, es que he decidido dedicarme fundamentalmente a la escritura, en donde noto que se concentran mis principales habilidades como humorista. De ahí me han salido guiones para la televisión y otros textos que me permiten desarrollarme en este mundo de hacer reír. Igual he conjugado todo lo de antes con mi trabajo como “actor” y presentador, manifestación en la que reconozco tener bastantes limitaciones.

Paralelamente, ante la dificultad de encontrar un sitio a donde la gente vaya exclusivamente a escuchar los textos que uno hace en plan stand-up, últimamente he descubierto a Facebook como una plataforma para crear y difundir un tipo de textos que me gustan y que muy posiblemente no tengan cabida en ningún otro espacio, debido a las características breves del formato web.

Jorge Bacallao en el sketch humorístico Del faisán a la pasta de Oca, junto a Omar Franco y Telo González.

Cuéntame más sobre la experiencia de hacer humor a través de las redes sociales

En primer lugar, debo decir que yo intento que todas mis publicaciones en Facebook, que es la red que más utilizo, sean siempre humorísticas, da igual lo que yo diga en ellas.

Me gusta diversificar temas y mecanismos. Por ejemplo: hoy uso un juego de palabras; mañana, un chiste por referencia y luego uno absurdo, evitando ser demasiado predecible. En ocasiones pongo cosas cortas y en otras, incluso, he publicado un cuento mío. También trato de ser universal en los asuntos sobre los que publico, y así uso elementos de la cultura general para dialogar con la gente que me sigue.

Claro que, de todo lo que uno pone, hay algunos posts que tienen una trascendencia social más importante que otros y entonces suele haber interacciones alrededor de ellos. Al fin y al cabo, esa es mi manera de hacer crítica, aunque la verdad es que tampoco me gusta reprenderme, como se dice popularmente, con ningún asunto en particular.

Una cosa que suelo evitar es meterme en discusiones con esas personas que comentan en las publicaciones. Lógicamente, uno no puede evadirlo siempre, y cada vez que he tenido que dar una respuesta contundente, lo he hecho respetando las normas del debate.

Sin embargo, hay algo que me llama la atención de esta plataforma y son los comentarios que genera el post, pues muchas veces son incluso mejores o al menos están a la altura del post original. Hay mucha gente inteligente y sagaz que enriquece lo que a mí se me ocurre, convirtiéndolo en algo así como una bola de nieve de la que van surgiendo nuevos chistes todo el tiempo.

Después de un tiempo en esto, tengo intenciones de editar una especie de libro que se titule Los posts de la pandemia, o algo por el estilo, en donde pueda recoger estas publicaciones y los mejores comentarios de cada una. Estoy bastante embullado con eso y creo que es un trabajo que voy a disfrutar mucho.

¿El humorista nace o se forma?

Hay que tener genes para eso, pero no lo es todo. Es innegable que un atleta con dones excepcionales tiene más posibilidades de triunfar que el resto, pero si llega otro que entrena más, aunque no tenga el mismo don innato, puede llegar a superarlo.

Uno ve por ahí gente graciosa por naturaleza, que jamás ha hecho humor, pero que a pesar de ello es capaz de ser el alma de la fiesta, pues a nivel inconsciente maneja recursos que le permite divertir a los demás. Luego hay otros que han estudiado este fenómeno y que, usando el sentido común, también pueden lograr ese mismo impacto. Al final, como en cualquier esfera de la vida, todo se resume a una mezcla de las dos cosas: talento y esfuerzo.

¿Quiénes te han inspirado en tu carrera creativa?

Antes de decirte algunos de los referentes más importantes para mí, me parece que debo señalar la relevancia de la cultura general para poder hacer un mejor humor. Las nociones más o menos básicas de literatura, música, historia, ciencia, actualidad noticiosa, deportes y otros temas de la vida diaria pueden ser grandes aliados a la hora de generar contenidos que hagan reír a los demás.

Dicho esto, tengo que comenzar mencionando a Les Luthiers entre los comediantes más universales y ejemplares de todos. Ellos tienen los mecanismos posibles en su obra y hacia ahí deberíamos mirar todos los que nos dedicamos a esto.

De Cuba hay que mirar para Chaflán, el rey del doble sentido, y también Guillermo Álvarez Guedes, Héctor Zumbado, Eduardo del Llano y F. Mond con su ciencia ficción humorística. Igual, a nivel internacional es casi obligatorio revisar el trabajo de los Monty Phyton, la era dorada del cine y la comedia italiana, las cosas de Peter Sellers, Louis de Funès, y en literatura están Tom Sharpe, Mark Twain y Will Cuppy con su Decadencia y caída de casi todo el mundo.

Además de los humoristas, también me llamó siempre la atención una novela como Alicia en el País de las Maravillas, un texto imperdible sobre el absurdo, escrito por un matemático que maneja muchos mecanismos interesantes. En ese mismo sentido he aprovechado también a Oscar Wilde y su brillante trabajo con la sátira.

¿El humor debería estar enfocado siempre en la crítica social?

Por supuesto que el humor es una de las mejores maneras que existen para hacer crítica social. Ahora, en Cuba pasa una cosa interesante, y es que mucha gente no aguanta las críticas y se cree con derecho a molestarse por cualquier opinión ajena a la suya. Eso tiene que ver con la manera en que se ha manejado el humor en nuestro país a nivel de censura, pues aquí tenemos prohibido hacer determinados tipos de chistes sobre política y otros tantos temas.

Todo este fenómeno es opuesto a otras realidades, en donde las figuras políticas y mediáticas se permiten formar parte de programas de televisión en tono jocoso, tal y como hizo el expresidente Barack Obama cuando visitó Cuba y fue estrella invitada en un capítulo de Vivir del Cuento.

Hace un tiempo se publicó en el periódico Granma un artículo muy polémico, en donde el autor decía, en resumen, que no estaba bien que se ridiculizaran a los dirigentes cubanos. Los humoristas cubanos le respondieron de forma ejemplarizante, porque lo único que no puedes decirle jamás a alguien que se dedica a esto es de qué está bien reírse y de qué no. En mi casa yo me burlo de mi mamá y ella de mí, así que, si algo tan sagrado como eso es motivo de choteo, cómo alguien más puede venir a ponerme límites (a mí o a cualquiera) en ese sentido.

Mira, te pongo un ejemplo: en el cine silente de Chaplin, Buster Keaton, Laurel & Hardy, por citar algunos ejemplos, el policía era usualmente un personaje que daba risa. Pero aquello no pasaba porque se estuviera intentando poner en ridículo a los agentes del orden, sino porque simplemente ellos servían de contraparte para que los propios personajes protagónicos los convirtieran en víctimas de sus sketches y bromas.

En un final, la persona más seria y respetada del mundo dice un disparate en un espacio mediático, e inmediatamente se convertirá en “carne de meme” y material de burlas, sin que ello signifique una falta de respeto o algo parecido. En tal sentido, vivimos muy atrasados en Cuba.

¿Cuánto hay de Jorge Bacallao en el personaje que interpreta en escena?

Como te dije, yo tengo mis limitaciones como actor y, por tanto, hay cosas que puedo hacer y otras que no. Por eso es que me dedico fundamentalmente al stand-up y cosas similares, en donde, sin dejar de ser yo mismo, puedo poner algunas pinceladas de mi personaje.

Eso se ve un poco en el “tipo” del monólogo de La Habana y creo que mucho más en el conductor de los Lucas. En ese programa de televisión yo seguía siendo Bacallao, pero a la vez me permitía darle un tono más sarcástico, crítico y de seriedad “montada”, con tal de que tuviera sus matices.

¿Debería haber límites en el humor?

Yo creo que no. De hecho, ahora mismo me cuesta encontrar un tema que no sea susceptible de hacer, en algún momento o situación específica, humor con él. Por supuesto que a una madre que acaba de perder un hijo tú no le vas a hacer un chiste en ese preciso instante, pues no tendría sentido alguno, pero pienso que no existe situación, por horrible que sea, que no pueda ser utilizada como material humorístico.

Eso sí, me parece que, al final, todo depende de dos cosas: la forma y la intención con que se hagan los chistes. Ambas deben ser las adecuadas para que todo funcione, pues un humor enfocado hacia el daño y la falta de respeto sí que está mal.

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