El nombre de Lemay de la Rosa Zaldívar (17 de agosto de 1975) se ha apagado con el tiempo y hoy oírlo es un verdadero milagro, a no ser en el entorno familiar del atleta o en su pequeño mundo en San José de las Lajas. La historia y sus factores olvidan, a veces, ser justos, y encierran en el ostracismo a personas que un día torcieron su camino, pero que tiempo después se incorporaron por la buena senda mediante comportamientos ejemplarizantes, siendo hombres de bien, enfocados en la superación, en el amor por los suyos y en tratar de que no muera ese pedacito de gloria que algún día les acompañó.
Lemay de la Rosa se arropa en lo dicho antes. Sobre todo en 2001, su nombre no paraba de escucharse en muchos de los círculos beisboleros del país. Ese año integró prácticamente todas las selecciones nacionales que acudieron a eventos en el extranjero y en Cuba. Curiosamente, el único lanzador zurdo en el plantel antillano, campeón en la Copa del Mundo de Taipei de China 2001, era él. Parecía que sería un jugador habitual en equipos cubanos en años posteriores.
Antes de responder, el lajero aclara que no es bueno ocultar detalles y hablar con la verdad te hace mejor ser humano. Después de terminar su última Serie Nacional, explica que sus anhelos estaban en otro lugar: quería probarse en el béisbol de Grandes Ligas o jugar profesional. Hablamos de 2004 y él estaba cerca de cumplir 29.
Tuvo comunicación con una parte de su familia que vive en Estados Unidos, le pidió que lo ayudaran a salir de Cuba para poder cumplir el objetivo antes mencionado. Quienes decidieron apoyarlo incumplieron lo prometido. Él tuvo que buscar sus propias salidas y las cosas no resultaron como esperaba. Al final, fue detenido por autoridades policiales y debió responder a un interrogatorio.
Respondió cuáles eran sus intenciones, a pesar de haber desistido de su deseo de salir de Cuba. Sin embargo, ayudó a un familiar para que se fuera en su lugar, por lo que resultó sancionado a 10 años de privación de libertad por el delito de tráfico de personas. En ese entonces era integrante de la preselección nacional de béisbol.
Entre 2004 y 2012 cumplió la condena en centros penitenciarios de Melena del Sur, Canaletas (municipio Perico), Combinado del Sur (Matanzas) y Quivicán, donde, gracias a las conversaciones del Papa en su visita a la Isla, recibió un indulto por su conducta sobresaliente y quedó en libertad, a falta de dos años para concluir la sanción.
“En ese tiempo tuve la oportunidad de realizar mucho ejercicio físico y participé en Juegos Interprisiones para poner en práctica lo que me llevó a triunfar en la Serie Nacional y luego a vestir el uniforme del equipo Cuba. Les dediqué mucho tiempo a personas internas en esos lugares, que me apoyaban y me recordaban de cuando yo lanzaba y salía por la televisión. Fueron muchas las anécdotas contadas de mi paso por el béisbol, ellos me hacían preguntas de estrategias de juego. Agradezco a Dios haber salido de prisión con salud, físicamente fuerte y con el anhelo de reincorporarme a la sociedad como un hombre de bien.
“Hoy [esta entrevista fue realizada en 2020] soy entrenador en el Combinado Deportivo Nelson Fernández de mi municipio San José de las Lajas. Estoy arrepentido de cosas que pensaba, de cosas absurdas de la vida, de metas bastante lejanas. Si hoy continúo en el béisbol, con todo lo que me ocurrió, es meritorio. Como también es mérito de un hombre reflexionar y poner la mente en función del presente, en amar a la patria, a su Revolución, a su familia, a su deporte. Creo que la vida debe ser justa y hoy me siento muy feliz de que el país donde nací y crecí, me haya permitido volver a las áreas deportivas a enseñar mis conocimientos”.
¿Al salir de prisión qué sucedió contigo?
“Al salir de la escuela, como yo le digo cuando muchos me preguntan, un hombre con un gran corazón, que conocía de antes y que hoy es directivo de la provincia, me llamó a su oficina y me dijo con estas palabras, «olvídate de lo que sucedió, ahora quiero ayudarte». Esa persona me ha apoyado mucho y desde aquella vez me dijo que me incorporara al Combinado Deportivo Nelson Fernández, que allí tendría la plaza de entrenador. Y así mismo fue, recibí la bienvenida de todo el colectivo.
“Actualmente me mantengo trabajando allí y soy director de la categoría 13-14 años y entrenador de pitcheo del equipo de San José en la Serie Provincial y del conjunto sub-23 de Mayabeque, tratando siempre de motivar a los atletas y transmitirles disciplina. También he trabajado como apoyo en la Academia Provincial con los Huracanes.
“La Dirección Provincial de Deportes me dio la tarea de dirigir al conjunto 13-14 en el torneo por invitación en Pinar del Río, del 16 al 22 de abril de 2016. Al año siguiente me mantuve en esa función y acudimos al Campeonato Nacional celebrado en el municipio de Colón, Matanzas. En 2017, 2018 y 2019 fui nombrado manager de San José en la Provincial, y obtuvimos el segundo lugar durante dos temporadas consecutivas.
“La Comisión Provincial de béisbol, por mis resultados, me seleccionó mentor de Azucareros en la Copa Romelio Martínez in memoriam, que se efectúa en la provincia, y conseguí el título. Hace menos de un año, en el estadio Nelson Fernández, se desarrolló el tope entre un equipo de Estados Unidos y las glorias deportivas de Mayabeque, y resulté el más destacado. Les debo muchísimo a las autoridades provinciales.
“En la actualidad curso estudios en la UCCFD Comandante Manuel Fajardo, en La Habana, y estoy en el sexto año de la carrera. Después de que concluya la pandemia, espero presentar mi tesis de grado, y si Dios me lo permite, aspiro a empezar la Maestría. Quiero seguir superándome y demostrar que no fue en vano el sacrificio que se ha puesto en mí.
“Sin embargo, no he tenido la posibilidad, como las glorias deportivas, de disfrutar de un estipendio, ese estímulo económico que ha dado la Revolución a los deportistas medallistas en grandes competiciones internacionales. He enviado cartas, he solicitado entrevistas con directivos del béisbol y hasta hoy no he recibido respuestas. Ojalá esta entrevista la lean las personas indicadas y vean la sinceridad de mis palabras. Solo agradecería que me incluyeran en ese grupo, por ser campeón mundial en 2001. Eso es lo único que pido, de todo corazón”.
Antes de tu llegada a la selección nacional de mayores en 2001, tu estreno fuera de Cuba ocurrió en el Mundial juvenil de 1993 en Canadá, como parte de un profundo cuerpo de pitcheo.
“Ese evento marcó mi vida, lo veo como el eslabón para continuar la cadena de diez Series Nacionales que jugué después. A cada rato converso con algunos jugadores de ese equipo que todavía permanecen en Cuba y revivo mediante videos y fotos aquella experiencia. Trabajé en el partido ante Canadá y, por cierto, fue la primera derrota de Cuba en el torneo. Estuve a punto de salir como relevista en el choque por el oro, cuando Liván Hernández presentó dificultades con el control, pero se recuperó y quedamos campeones.
“No fue un evento fácil para mí, recuerda que era debutante fuera de la Isla, pero ya después me relajé bastante. Era un cuerpo de lanzadores muy fuerte: estaba Vladimir Núñez, de Guanajay, quien después trabajó en Grandes Ligas; Alberto Castillo, el zurdo de Calabazar; Lester Ramírez, de la Isla de la Juventud; Yohandri Fariñas, de Sancti Spíritus, entre otros como Ciro Silvino Licea”.
De tu primer evento internacional fuiste directo a representar a la Habana en la Serie Nacional y en poco tiempo ocupaste un lugar importante, principalmente por tu condición de zurdo, en un equipo cuyo pitcheo era el talón de Aquiles.
“El equipo Habana, por aquella época, carecía de buen pitcheo y al venir yo, zurdo, de los juveniles, con buenos resultados, fui invitado a la preselección, donde me sometí a fuertes planes de entrenamiento. Le lancé varias veces a una batería impresionante, compuesta por Romelio Martínez, Juan Carlos Millán, Andy Morales, Oscar Macías, Luis Enrique Piloto, Juan Antonio Torriente, entre otros, y esas experiencias iniciales me ayudaron bastante para luego emprender una carrera de 10 Series.
“Varios de esos nombres estaban en selecciones nacionales, era una época de equipos Cuba A, B y C, y el conjunto habanero gozaba de un tremendo poderío ofensivo. A pesar de que el staff de pitcheo no tenía grandes resultados, éramos lanzadores con disposición de contribuir a la victoria. José Ibar era la punta de lanza del pitcheo nuestro, era la figura que yo quería imitar, entrenaba casi siempre con él.
“Desde el banco nos ayudó mucho, y cuando resolvíamos o no la situación, se acercaba y con la carta de pitcheo nos aconsejaba cómo lanzar en momentos difíciles, cómo usar las estrategias de los envíos en diferentes zonas. Luego de que él se lesionó el brazo, fue un honor para mí ser llamado a ocupar el puesto de primer lanzador del equipo. Creo que lo honré con mis presentaciones hasta que se incorporó.
“Llegó un momento en que Ibar depositó una confianza grande en mí cuando yo era el cerrador, me conocían como El Tapón de la Habana. Él terminaba su séptima entrada, y aunque tenía todavía velocidad y control en sus comandos para concluir el juego, consultaba con el manager y el entrenador de pitcheo para que yo saliera a matar los dos innings restantes”.
En tus 10 temporadas lanzaste 192 partidos: 75 iniciados y 117 relevados, con 47 victorias, 34 fracasos y 24 rescates. En las categorías escolares te utilizaron también más como relevo, pero ¿era ese rol tu preferido?
“Efectivamente, en las categorías menores casi siempre yo venía por detrás para solucionar los problemas del equipo y en múltiples ocasiones lo hice bien. En la Serie Nacional, en mis inicios, como era un atleta tan joven, y debido a la ausencia de relevistas y cerradores zurdos en la Habana, me utilizaron en esa función. Hoy te digo, sin dudas, que lo que más me gustó fue venir de relevo porque siempre me apasionó llegar con los juegos enredados. Era un hobby para mí lanzar con bases llenas o con hombres en segunda y tercera.
“Pero disfruté también abrir partidos, es un rol que te permite tener más decisiones. Incluso, cuando el equipo me necesitó como abridor aporté buenos resultados. Sin embargo, me veo más como relevista. Además, fui alcanzando un nivel deportivo y una excelencia en el pitcheo, basada en una amplitud de lanzamientos de caída y una fusión de elementos técnicos que no permitían que me fuera en bolas. Eso determinó que lograse más victorias y creo que quedé bien con el Partido, el Gobierno, el país, mi familia, mis fans y conmigo mismo”.
La temporada 2000-01 fue consagratoria para ti, gracias a convincentes demostraciones como iniciador. Ganas 14, pierdes uno y muestras efectividad de 2,90.
“Cuando andaba por 3-0, creí que ser abridor era lo que necesitaba para llegar más lejos en mi carrera deportiva, pues mientras trabajaba como relevista, con buenas actuaciones, los pitchers que cumplían esa función no integraban preselecciones nacionales. Mientras sumé más victorias, pensé muy serio en la posibilidad de acumular 10 triunfos. Ya en la décima sonrisa seguí con un impulso tremendo hasta llegar a la 14 y eso fue algo grandioso para mí, porque después fui convocado a la preselección cubana.
“Al comienzo de esa temporada, el director Rigoberto Blanco conversó con los lanzadores y decidió establecer el pitcheo del equipo con cinco abridores, que trabajaran martes, miércoles, jueves, sábado y domingo. En el primer choque del campeonato, ante Matanzas, el juego se complicó y en el séptimo inning el manager me envió hacia el bullpen y no fui con la mejor actitud, porque ya él me había dicho que yo era el abridor de los miércoles.
“Salí y resolví el problema, gané el juego y me dijo que estuviera tranquilo, que yo era el iniciador de los miércoles. Cada miércoles lancé y ese día era raro encontrarte un buen lanzador, pero sí te tropezabas con equipos con buenas alineaciones. En los choques contra Industriales, recuerdo que siempre me enfrentaba ante Jorge Luis Machado y se daban juegos muy cerrados”.
Cuba logra la corona en la Copa del Mundo de Taipei de China en 2001, pero tu actuación fue efímera, solo dos capítulos en tres partidos. Eras el único zurdo de ese conjunto.
“Estoy de acuerdo con mi actuación allí. Una vez que llegas al equipo grande muestras que estás listo para empeños mayores, pero la decisión de los técnicos fue esa. Además, ese equipo tenía grandes lanzadores, capaces de resolver situaciones difíciles, tanto como yo, pero la experiencia de casi todos ellos era superior a la mía, de ahí que los entrenadores confiaran más en ellos.
“Resultó una lid compleja, varios países tenían jugadores de Ligas Menores, por eso las apariciones de pitchers de nuevo ingreso a la selección ocurrió en momentos de poca tensión. Me hubiera gustado trabajar en un partido de los buenos, que me colocara en lugares importantes del torneo, pero agradezco mi participación porque hoy soy campeón mundial y gloria deportiva”.
Si en el Mundial lanzaste poco, ese propio año, en la Copa LG, celebrada en Maracaibo, Venezuela, abriste y ganaste el partido final ante los locales.
“Fue otro torneo con profesionales, sobre todo de la liga rentada de ese país. Todos los pitchers habían trabajado, y Miguel Valdés, jefe técnico en ese momento, y el manager Higinio Vélez, me dieron la oportunidad de lanzar por la medalla de oro, que la logramos y fue la primera de aquel color que entró a Cuba ese año por el béisbol. Me sentí suelto, como en mi patria, recibiendo el apoyo de los jugadores de cuadro y del receptor, Roger Machado.
“Después me quedé sorprendido cuando en una Mesa Redonda recibo la noticia de que Lemay de la Rosa quedó como el mejor lanzador zurdo de esa Serie Nacional y líder en promedio de ganados y perdidos, con 14 y 1. Me creó unas expectativas tremendas, mi pueblo me admiraba mucho.
“En 2001, tras conformar la preselección nacional, estuve en todos los equipos Cuba: entrenamientos deportivos en altura, el tope bilateral en el estadio Latinoamericano contra Nicaragua y los eventos que antes mencioné, además de una gira por Asia (Copa Triangular en Japón y un certamen de corta duración en China)”.
Tu cambio de velocidad fue un lanzamiento que muchos bateadores de aquella época seguramente no han olvidado.
“Los entrenadores Bernardo González (Navaja) y Javier Gálvez, excelentes los dos, no se conformaban con que los pitchers jóvenes tuvieran solo dos lanzamientos: recta y curva. En las prácticas nos enseñaron envíos complejos, pero efectivos, que nos ayudaron a fortalecer nuestros repertorios. Con la pelota de béisbol, el lanzador debe improvisar varios agarres y solturas, nos decían, y gracias a eso fui perfeccionando mi cambio de velocidad, esa bola ahogada.
“Me percaté de que rendía frutos y en los momentos difíciles lo utilizaba. Tuve mucha confianza en mi cambio y lo utilicé ante bateadores muy probados como Kindelán, Scull, Urrutia o Yasser”.
En la actualidad disfruta de 25 años de matrimonio con su esposa, con quien tiene tres hijas de 19, 17 y ocho abriles.
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Bien escrito ,buena informacion,