Hace más de dos años que vive en Estados Unidos. Después de residir durante década y media en Uruguay, se trasladó hacia la nación norteña por el abanico de oportunidades que ofrece para el futuro de sus hijas Britney y Camila. El baloncesto, el deporte que lo encumbró en la selección nacional, que lo llevó a ganar tres CentroBasket consecutivos y a conocer varias estrellas de la NBA, lo revive cuando tiene tiempo a manera de hobby con sus amigos, en especial con Richard Matienzo, el primer basquetbolista cubano en abandonar una selección nacional durante la década del 90, en el Campeonato Mundial de Toronto 1994.
Con Matienzo, Roberto ‘el flecha’ Amaro tiene una fuerte amistad que se remonta a los años en que ambos hacían un show en el equipo Capitalinos. Por ellos y otros, la Polivalente Ramón Fonst o la Ciudad Deportiva se ponían a tope, ganaban rostros alegres que hoy no son más que semblantes marchitos y sin mucha esperanza. “Capitalinos es orgullo para mí, ser parte de ese equipo es algo que llevo en mi corazón. Hicimos mover multitudes, no sólo en Ciudad Habana, sino en toda Cuba. Llenar la Ciudad Deportiva en un evento nacional, creo que lo logró solamente ese Capitalinos, del cual todavía se habla”.
‘El flecha’ (8 de octubre de 1969) se convirtió en alero del equipo Cuba a golpe de sudor y sacrificio, pues a su llegada al conjunto grande estaban en su posición Raúl Duboy, los hermanos Caballero, Yudith Abreu, Eliécer Rojas y ‘el helicóptero’ Vázquez. Su generación fue de las mejores, compuesta por un colectivo capaz de lograr títulos en CentroBaskets, además de que existían cuatro o cinco jugadores por posición.
“Logramos tres CentroBaskets y el último fue en la Ciudad Deportiva contra Puerto Rico, uno de los mejores equipos de mi época. Fue una final muy disfrutada por todos, veníamos de hacer una muy buena preparación en Argentina y derrotamos a un elenco boricua que fue con sus mejores figuras, entre ellos Piculín Ortiz y Jerome Mincy. Creo que después del bronce olímpico, este es el otro gran resultado del básquet masculino cubano”, asegura Amaro, cuyo ídolo es LeBron James.
A diferencia de varios jugadores de su época, el sanmiguelino marchó del país legalmente hacia Argentina en 1999, gracias a una carta de invitación de un amigo que conoció durante una base de entrenamiento en ese país sudamericano un año antes. La decisión de continuar su vida fuera de la Isla estuvo motivada por lo ocurrido después del Preolímpico de Puerto Rico, donde Lázaro Borrell, Héctor Pino, Roberto Carlos Herrera y Ángel Oscar Caballero decidieron quedarse, y algunos directivos entendieron que “yo sabía sobre los planes de ellos y decidieron sacarme de la selección nacional y de Capitalinos”.
Añade: “me separaron injustamente. Sin embargo, la decisión que tomé de irme de Cuba a los 30, si volviera a nacer, la tomaría más joven, porque me quedé con el mal momento de que me echaron. Sí, es una gran espina, en ese momento nadie me dio una explicación. Sólo llegó un entrenador y me dijo «en este equipo no te quiero». Quisiera saber si el entrenador que me echó tenía algo en contra mía, tanto él como los dirigentes que no tomaron cartas en el asunto y me dieron la espalda”.
Me resalta que sus compañeros poseían “pensamientos distintos, como seres humanos al fin, pero cuando entrábamos, tanto a la Fonst como a la Kid Chocolate, todos tirábamos para el mismo lado, por eso la grandeza de ese equipo, donde no había titulares ni suplentes”.
Estuviste desde 1999 hasta 2002 en Argentina. Allí jugaste, pero decides trasladarte hacia Uruguay, la que se convirtió prácticamente en tu segunda patria.
“En Argentina jugué en el Peñarol de Mar del Plata, pero era muy difícil el tema de hacerme los papeles para la nacionalidad y en Uruguay lo logré con mayor rapidez. En ese país estuve desde 2002 hasta 2017 y me dediqué al baloncesto, jugando en varios clubes como el Goes de Montevideo, el Cordón (también de la capital), Anastasia de Frey Bentos e Institución Atlética Larre Borges. Después de dejar el básquet en Uruguay, trabajé como guardia de seguridad en el centro comercial Tres Cruces, porque la vida allí, como en cualquier país capitalista, es muy difícil; hay que trabajar para poder salir adelante. Es un país de mucho frío, pero de muy buenas personas que quieren bastante a los cubanos”.
¿Pensaste antes de salir de Cuba que te verías obligado a trabajar como guardia de seguridad en algún momento?
“Cuando yo salí de Cuba lo hice con la idea de trabajar en lo que apareciera, pero se me dio la oportunidad de jugar mi deporte hasta que lo dejé. Por otro lado, Uruguay no es un país donde se pueda vivir del baloncesto, porque no se paga muy bien, en comparación con ligas de Argentina, Brasil, Venezuela o Puerto Rico”.
¿Por qué no probaste suerte en Europa, cuyo baloncesto es mejor pagado?
“Nunca me pasó por la mente irme a Europa. Creo que su básquet no era para mí, por el tema del físico; nunca fui un jugador corpulento y con mi juego rápido me iba a hacer más fácil abrirme paso en América”.
De regreso a Uruguay, allí alcanzaste varios galardones…
“Obtuve tres ascensos de Segunda División a Primera y tres de Tercera a Segunda. Jugué en contra de Matienzo y Lázaro Borrell”.
Te exigiré bastante ahora. Por tu amor hacia las camisetas de Capitalinos y la selección nacional, confórmame un All Star de ambos planteles.
“No hay problemas. Comencemos por la selección, con Leonardo Pérez (base), Ángel Oscar (escolta), Juan Leopoldo (alero), Lázaro Borrell (ala pívot) y Richard Matienzo (pívot). En cuanto a Capitalinos, Roberto Carlos (base), Juan Leopoldo (escolta), Roberto Amaro (alero), Ernesto William (ala pívot) y Ruperto Herrera Jr. (pívot)”.
Dos cubanos solamente en la historia de la NBA, ¿a qué lo atribuyes?
“Es una liga diferente en todos los aspectos y por lo menos en mi época jugaban pocos que no fueran estadounidenses. Para Borrell y Andrés Guibert debe haber sido un sueño cumplido haber estado en la mejor liga del mundo”.
¿Dejaste alguna deuda en la selección cubana?
“Ninguna, sólo agradecimientos a todos los entrenadores que, de una u otra forma, me ayudaron a integrar el equipo Cuba, desde mi primer preparador, Oscar Rojas, hasta un profesor, que aparte de enseñarme, es como un padre para mí: Franklin Standard”.
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