Cuando Tony se casó con Sara Montiel, él tenía 38 y ella 75. De ese matrimonio, que duró menos de un año, hay tres versiones:
Para Tony: estaba cumpliendo el sueño de su vida.
Para Sara: volvía a estar en la agenda mediática y seguía los pasos de su “rival” Marujita Díaz, que también se había traído un novio cubano, joven y musculoso.
Para los medios: este enlace fue todo un circo, un montaje orquestado por la española, pero del cual se beneficiaban los dos. A Tony lo veían como un aprovechado, que escaló hasta casarse con una figura por dinero y viajes; en cambio, Sara lo hacía para vender la exclusiva a la revista Hola y volver a estar en la mirilla pública.
Sin embargo, hay mucho más.
Antonio Noel Hernández Martínez nació en el pueblo de San Antonio de los Baños, en 1964. En 2002, al momento de su casamiento con la multifacética artista española, según el periódico El Mundo, todavía residía allí. Contrario a lo que pueda pensarse, no tenía graves necesidades económicas. Su padre, taxista durante muchos años, fue un buen sustento para la familia.
Para tener una idea de la magnitud del sentimiento del cubano hacia la primera española que conquistó Hollywood, basta con mencionar la opinión de los que eran sus vecinos por aquel entonces, quienes solo lo recuerdan como un fanático empedernido. Tony supo de la actriz cuando tenía 4 años a través de sus películas y desde entonces dedicó su vida a difundir su obra. “Montaba una pantalla en el poste de la luz de su calle y valiéndose de un viejo proyector de 16 milímetros, proyectaba en las noches las películas de la diva”, reseñan en esa publicación hispana.
Si bien pocos faltaban a estos encuentros, Tony sufrió la incomprensión, las burlas y lo que hoy llamamos bullying, pues nadie entendía su veneración hacia la protagonista de películas como Veracruz (1954), El último cuplé (1957) y La Violetera (1958).
Desde 1988, el cubano amante del séptimo arte comenzó a trabajar en la Escuela Internacional de Cine y Televisión, ubicada en las afueras de su poblado natal. Allí, en la sala de monitoreo de tv y equipos de transfer pasaba sus días, rodeado de discos y fotos de Sara Montiel que colgaban de las paredes. Toda su vida se había dedicado a coleccionarlos.
La singular afición de este cubano fue el leitmotiv que llevó a una joven realizadora canadiense a filmar un breve documental titulado Locura de Amor, en 1999.
Tony dijo en el programa de televisión español, Por la mañana, que Sara fue la mujer más importante de su vida, la quería incluso antes de conocerla.
Cari Antón, quien fuera íntima amiga de Sara, supo de esta situación y motivó a Tony a escribirle. Tras varios meses intercambiando correspondencia, Hernández viajó a Madrid. Era el año 2001. Era la primera vez que salía de Cuba.
Las distintas descripciones que existen de Tony coinciden en su sencillez. Nunca tuvo intención de abandonar su tierra natal. Estaba motivado para llevar adelante su carrera como director de cine en la isla. Le incomodaba la popularidad y la notoriedad que llegó a alcanzar, cuando él solo estaba convirtiendo en realidad un sueño: conocer a su ídolo.
En marzo de 2002, Sara Montiel vuela a Cuba, 44 años después de su última visita y con motivos diferentes. Esta vez se paseaba del brazo de Tony y recibió un cálido reconocimiento. Se alojó en el Hotel Nacional, donde se la nombró huésped ilustre y como tal la trataron. En la Escuela de Cine, su anfitrión le preparó una visita guiada y allí también fue agasajada por su trayectoria.
Cuando se casaron, el 17 de octubre de 2002, escondidos en un Ayuntamiento de Madrid –en su momento se dijo que el enlace religioso tendría lugar en la Catedral de La Habana–, los separaban 37 años de edad. En julio de 2003, Sara presentó la demanda de divorcio. Muchas otras cuestiones incidían en el distanciamiento de la pareja.
Tony se convirtió en el cuarto y último marido de Sara Montiel y se sumó a la lista donde ya figuraban un cineasta famoso, Anthony Mann; los empresarios José Vicente Ramírez Olalla y Pepe Tous; y ahora “un cubano oportunista”, según ABC.
Por más que Hernández gritara a los cuatro vientos que se casó locamente enamorado y que no perseguía interés económico alguno, nadie le creyó. Aunque esgrimió en varias ocasiones desconocer por qué se terminó la relación, la actriz española dijo que lo hacía por el rechazo de sus hijos hacia su pareja y el distanciamiento que, por ello, habían asumido.
La boda trascendió por los chismes, por la frase dicha por la Montiel al salir del Ayuntamiento, cuando los medios la increparon sobre el casamiento “pero, ¿qué pasa? pero, ¿qué invento es este?”. Durante el punto álgido de la atención mediática, la prensa llegó a publicar rumores acerca de la orientación sexual del cubano e, incluso, habló de ciertos abusos y violaciones que sufrió por parte de la artista.
En 2013, diez años después del último encuentro de Sara y el cubano, la conocida actriz falleció en España; mientras, Tony se encontraba en Cuba, aun extrañándola. Luego del lamentable suceso, cayó en depresión y tuvo que acudir a terapia.
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