Retrospectiva: Los «muñequitos rusos» y más allá

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Cuenta la leyenda popular que, en un programa televisivo en vivo, Enrique Arredondo le dijo a un pequeñín en tono amenazador y fuera de libreto “¡O te comes la papa o te pongo los muñequitos rusos!” y que, por esa razón sigue la leyenda—, el popular y genial actor que protagonizó los personajes de Bernabé, Cheo Malanga y el Doctor Chapotín, fue suspendido de la TV por un período de tiempo.

Cierta o no la anécdota, los muñequitos rusos –también los había polacos, checos y húngaros- formaron durante años, junto a filmes de similar proveniencia, parte de nuestro espectro audiovisual y fueron sustituyendo gradualmente a las producciones de Disney, Warner Brothers, Hanna-Barbera y otros que esperábamos cada tarde y en las mañanas de domingo en los años 60 y principios de los 70.

No se discute que algunos de esos muñequitos eran “un clavo”, pero no su totalidad; de hecho, no pocos son sistemáticamente recordados con cariño en las redes sociales. Esa aura negativa también rodeó a otros audiovisuales, especialmente por la abundancia de dramas bélicos producidos en la URSS y otros provenientes de los países socialistas de entonces.

Más allá de los muñequitos, hubo propuestas interesantes para las pantallas grandes y chicas. Por esa razón, quisiera hoy rememorar algunas de aquellas producciones y mostrar la diversidad de estas, tanto en el orden de los géneros narrativos como en su proveniencia.

Animados para niños

Lolek y Bolek (Polonia) nos contaba las divertidas aventuras de dos hermanos en los más variados escenarios o situaciones: vacaciones-campismos, viajes al desierto, al espacio o al lejano oeste. Lo mismo podíamos verlos en su atuendo diario que vestidos de cosmonautas, caballeros medievales, domadores, toreros, cazadores, etc. Según Wikipedia, entre 1962 y 1986 se produjeron 152 animados.

Animados para adultos

Gustavo (Hungría) también contaba aventuras típicas, pero de un adulto promedio en un ambiente urbano.  Y aquí viene la pregunta de cuál era la lógica de exhibirlos para un público general antes de las películas o, incluso, solo para niños en las matinés dominicales.  Por ello, algunos de sus temas nos resultaron un poco alejados de nuestra realidad infantil, pero casi todos aprendimos que “fin” en húngaro, se dice, o se escribe, “Vége”.

Circo para…. ¿para quien?

Ferdinando (República Democrática Alemana) es posiblemente quien haya motivado el nombre “muñequitos rusos”. Algunos lo recuerdan en su carro rodante. Aunque siempre amable y dispuesto a ayudar a los niños que se encontraban con él -les regalaba una flor o un caracolito-, otros se asustaban al escuchar el tema musical del programa, algo cercano a la música country, con bajos y violines. Cada vez que una de mis vecinitas no quería hacer algo, todo el mundo la amenazaba con traer al “payaso Ferdinando”.

Comedia de enredos

Iván Vasilievich cambia de profesión (Unión Soviética) es también una divertida historia de viaje en el tiempo en la que el protagonista, empleado de oficina, y el temido Zar Iván el Terrible (ambos de gran parecido físico, pero no temperamental) cruzan a épocas opuestas al producirse una falla técnica en una máquina del tiempo que construye un inquilino del edificio de Bunsha.

Policiacos

Policía 110 (República Democrática Alemana) resultó uno de los seriales más populares sobre la lucha contra el delito. Dio paso, además, a la serie El Viejo. El número 110 identificaba el código telefónico destinado en la RDA para solicitar con urgencia la presencia de la policía.

Épicas

Los Dacios (Rumanía) fue uno de los tantos filmes actuados y/o dirigidos por Sergiu Nicolaescu con inolvidables batallas entre locales e invasores romanos; algo así como Espartaco, pero sin sexo. Una de las escenas incomprensibles de la película fue por qué el rey Decebal sacrificó a su hijo Cotizo, tirándolo con gran precisión sobre tres gruesas “lanzas” cuando necesitaba muchos guerreros y líderes como él.

Musicales

Verano Caliente (República Democrática Alemana) es considerada un clásico en Europa oriental ya que nos presentaba a los famosos cantantes Frank Schöbel y Chris Doerk (a quien primero conocimos en el Festival de Varadero 1970) como dos jóvenes que se enamoran durante su estancia en un campamento de verano a la orilla de la playa. Según la traducción al español, cosa que aprendimos con el filme, los alemanes “echan plomo” –o lo hacían en aquellos tiempos– con la frase “¿Ya tienes un amigo?”.

Espionaje

Diecisiete instantes de una primavera (Unión Soviética) nos llegó primero la versión audiovisual y luego la novela homónima de Yulian Semionov. En un inolvidable capítulo, el Standartenführer de las SS, Max Otto von Stierlitz, es apresado por sus “colegas” de la Gestapo y en la soledad de su celda construye una coartada creíble recordando encuentros “insignificantes” con personas en días anteriores. Así, su verdadera identidad –Coronel Maxim Maximovich Isayev – logra mantenerse en secreto.

Oeste

Limonada Joe (Checoslovaquia) es lo que se recuerda en Cuba como tremendo paquete, pero en Europa es considerada un clásico y, al parecer, se hizo algún remake en otro país (Unión Soviética). El hecho de que el personaje principal tomara limonada Kolaloka y no whiskey era la carta de presentación de una parodia a los westerns americanos con cierta dosis de crítica política y social. No se me olvida la escena final en el cementerio de Stetson City, donde Joe descubre que casi todas las víctimas de la más reciente balacera llevan una marca de nacimiento que las identifica como sus hermanos ¡Está disponible en Amazon Prime!

Termino aquí en aras de la brevedad. Esta es una lista incompleta y hasta cierto punto “parcializada”. Pero estoy seguro que las memorias de mis lectores se han activado con otros ejemplos que no mencioné.

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