Según los entendidos, el efecto mariposa funciona de la siguiente manera: cualquier discrepancia que se introduzca en un sistema caótico, generará mediante un proceso de amplificación cambios sustanciales en un plazo relativamente corto. Todo ello se traduce con el siguiente ejemplo: si (y hago hincapié en esta condicional) papá y mamá hubieran practicado sexo seguro el día de nuestra concepción, sus vidas serían completamente diferentes ahora mismo.
Más o menos esa es la premisa que llevó a Philip K. Dick a escribir su novela The Man in The High Castle (El hombre en el castillo). En esa historia de ciencia ficción, enmarcada en el subgénero de la ucronía o novela histórica alternativa, el autor estadounidense nos plantea un mundo diferente, basado en el supuesto hecho de que las potencias fascistas ganaron la Segunda Mundial.
A partir del texto original de Dick, Amazon desarrolló en 2015 una serie homónima que resultó, en su momento, un estreno sonadísimo en la plataforma Prime Video, perteneciente a la empresa de comercio electrónico más poderosa del hemisferio occidental.
The Man… nos presenta una versión de los años 60 en la que el planeta es dominado totalmente por los nazis. Norteamérica está dividida en tres partes: el Gran Reich Nazi manda en el este, los Estados Japoneses del Pacífico al oeste, y en el medio (Montañas Rocosas) existe la llamada Zona Neutral, donde ambas potencias controlan una parte, por mucho que se empeñen en decir lo contrario.
El guion se centra en un reparto coral: líderes nazis al servicio del Fuhrer todavía-vivo, soldados de la resistencia, judíos (casi) en extinción, ministros-samurai y agentes encubiertos de dobles y hasta triple función.
La aparente estabilidad “entre cadenas” de este mundo unipolar se empieza a resquebrajar cuando aparecen varias cintas llenas de imágenes perturbadoras para todos los bandos. Imagínese tener a la Unión Soviética como un simple recuerdo y que, de pronto, alguien le muestre a soldados del Ejército Rojo celebrando la victoria en el Berlín de 1945.
Las películas, que a veces reflejan el pasado reciente y otras el futuro cercano, provienen de un personaje misterioso, conocido como El hombre en el castillo, a quien cada facción pretende encontrar para dar con el secreto que encierra su particular cinemateca.
Por el camino se mezclarán las vidas del Obergruppenführer John Smith (Rufus Sewell), ex soldado americano que ahora es el mandamás de las esvásticas en Nueva York; Joe Blake (Luke Kleintank), un operativo con demasiadas intenciones ocultas y un pasado poco claro; Nobusuke Tagomi (Cary-Hiroyuki Tagawa), ministro japonés de Comercio; Juliana Crain (Alexa Dávalos), una chica curiosa que termina metida de lleno en las altas esferas del gobierno japonés, y su novio Frank Frink (Rupert Evans), un judío dócil que termina uniéndose a la resistencia para vengar la muerte de su familia.
Además de su complejidad y solidez, desde un punto de vista dramatúrgico, los personajes de la serie tienen el plus de ser extremadamente maleables, elemento del que se aprovecha la trama.
Es totalmente normal que un fascista sienta clemencia por su hijo enfermo, o que, en contraposición, un soldado clandestino resulte ser tan asesino como toda la SS junta. Sucede que The Man… nos ofrece un panorama en donde todos pecan y se redimen, en un ciclo que convierte a la trama en una suerte de montaña rusa de sucesos inesperados, pero a la vez entendibles desde una óptica pragmática y humanista.
Lo que da inicio como una duda, terminará siendo confirmado en las temporadas siguientes: existe una multiplicidad de universos desde donde provienen las imágenes que persiguen obsesivamente los protagonistas. Descubriremos que, en otras realidades, Juliana, John, Joe o Frank son diametralmente opuestos a los hombres y mujeres a los que conocemos desde el episodio piloto, e incluso puede pasar que en esos planos alternativos alguno de ellos ya no exista, o que, para empezar, nunca hayan existido.
Durante el recorrido de cuatro temporadas (la última y final acaba de ser estrenada en noviembre), iremos caminando entre una multitud de dimensiones que nos harán cuestionarnos quiénes son amigos o enemigos, y cuáles sucesos ocurrieron o no. Compartiremos dudas y certezas con los personajes, hasta no saber si está del todo bien o mal pensar como lo hemos hecho hasta ahora.
En materia de atmósfera, hay que destacar la capacidad de los creadores para darle credibilidad a cada retrato del mundo que se nos presenta. Si, por una parte, los años 60 aquí recreados son bastante similares a los acostumbrados, también es justo decir que se notan las suficientes diferencias como para saber que no estamos ante el mundo en que vivieron nuestros abuelos y padres.
Lo que más ayuda a sentirnos “trasladados”, es precisamente el cuidado trabajo de diseño y ambientación, gracias al cual se nota (y mucho) el ambiente opresivo y de terror constante en el que allí se vive. La clave está en la escasez de color con que se adorna la mayoría de escenarios, que están frecuentemente plagados de tonos impersonales y privados de esa luz solar que sirve como descanso al gris que lo cubre todo (excepto el hogar de John Smith).
The Man… es una opción muy recomendable para aquellos que disfrutan de la sci-fi en todas sus variantes, pero igualmente es capaz de enganchar a una parte de la audiencia que no esté tan familiarizada con temas de este corte. Si tiene dudas sobre qué verás, te diremos que esta serie entenderse como mezcla “agitada” de Fringe, Diecisiete instantes de una primavera e Inglorius Basterds, todo aderezado con giros de guion que convierten a la sorpresa en un aliado poderoso.
Si todavía no te he convencido, échale un ojo a este trailer:
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