Les cuento un secreto: odio mi cumpleaños. No porque me haga menos joven o más viejo, que no es lo mismo, y mucho menos por algún trauma personal relacionado con ese día. Para nada. Simplemente ocurre que detesto la reacción de los demás, todos felices como si recién naciera una y otra vez, año tras año, y entonces se planifican para mandarme felicidades con regalos y también felicidades sin regalos. En resumidas cuentas: no se trata de que maldiga el día en que nací, sino de pensar que justamente ese es el motivo más intrascendente para recordar tal fecha.
Para explicarme mejor quizás deba empezar con que cumplo el 15 de septiembre, un día atravesado, la mitad exacta del mes que, según las estadísticas, recibe más nacimientos en el año. Al parecer, si contamos 9 meses hacia atrás, las parejas del mundo suelen imbuirse demasiado en el espíritu navideño y las del hemisferio norte, específicamente, han encontrado una forma muy divertida de esquivar el frío del invierno.
El 15 de septiembre es un día festivo en muchos países, y no precisamente por la llegada al mundo de un servidor. Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, por ejemplo, celebran su independencia. En Chile, por seguirles contando, celebran también aquel decreto de 1822 por el que se prohibió a la vez la esclavitud, las corridas de toros y las peleas de gallo. Supongo que por la primera muchos se alegraron, aunque quizás con las otras dos no pasó lo mismo. Como sea, todas fueron consideradas a partir de entonces «prácticas incivilizadas».
Ese día también se entonó por primera vez el himno nacional de México, mientras que en El Salvador estrenaron el suyo en una ceremonia oficial. Analizándolo así, fríamente, de haber nacido en un país centroamericano hubiese disfrutado de un cumpleaños no laborable.
El 15 de septiembre, pero del lejano 1254, nació Marco Polo. A él le agradece Occidente por haber «redescubierto» Asia, aunque quizás los asiáticos que después serían colonias europeas no lo agradezcan tanto. Y fue en Asia, específicamente en Japón, donde nació este mismo día (aunque 626 años después que Marco Polo) Chujiro Hayasaki. Hayasaki hizo lo contrario de Marco Polo. En vez de importar al Oeste del planeta especias y tejidos, exportó de su tierra el reiki. Discípulo de Mikao Usui, le debemos que en este lado del mundo muchos prefieran un buen masaje energético antes que tragarse una duralgina. Hayashi era, además, un pacifista convencido, tanto que en 1940 decidió practicar un seppuku en señal de protesta por la entrada de su país a la Segunda Guerra Mundial.
Junto al Japón de Hiroito, otra nación se sumó al Eje comandado por la Alemania de Hitler: Italia. Ese territorio, por si no lo sabían, tuvo reyes en pleno siglo XX. El último de estos monarcas se llamó Umberto Nicola Tommaso Gennaro Maria di Savoia o, como todos le conocían, Humberto II. Y sí, también nació el 15 de septiembre.
Mientras Humberto II celebraba sus 39 años recibió la noticia, casi a manera de sorpresa de cumpleaños, de que Benito Mussolini había anunciado la fundación del Partido Fascista Republicano en la porción del país que en 1943 dominaban los alemanes. Claro, ni siquiera en la «República de Saló» la tuvieron fácil los teutones y los fascistas con la resistencia de los partisanos. Entre esta fuerza ciudadana de resistencia armada estaba una niña que con solo 14 años recibiría el reconocimiento honorífico del ejército italiano por su coraje. Mucho tiempo después el mundo entero la conocería como Oriana Fallaci, una de las periodistas más grandes de la historia. Por cierto, un detalle: Oriana Fallaci murió un 15 de septiembre.
La Segunda Guerra Mundial dejó un saldo de muchas vidas, algunas en batalla, otras en campos de concentración y otras, como la del profesor Harry K.Daghlian, en desesperados intentos por adelantar a Hitler en la carrera atómica. El profesor Daghlian fue una de las tantas mentes brillantes que participaron en el Proyecto Manhattan. Tras un accidente en la realización de pruebas radioactivas, este joven físico de 24 años no obtuvo la capacidad de convertirse en un gigante verde ni en un omnipotente ser azul como algunos personajes de cómics con historias similares. Simplemente falleció un 15 de septiembre de 1945 a causa del envenenamiento por radiación que recibió efectuando experimentos de masa crítica. Al parecer, sus compatriotas no aprendieron la lección, pues ese mismo día detonaron en 1961 y 1967 dos bombas atómicas en el Estado de Nevada como parte de otros «experimentos».
Dieciséis años exactos antes de la muerte del profesor Daghlian nació otro gran físico norteamericano llamado Murray Gell-Mann. A lo largo de su vida, Murray sería protagonista de grandes hazañas científicas, como la construcción de la teoría de la cromodinámica cuántica a partir de su descubrimiento de unas partículas subatómicas denominadas quarks y gluones. En 1969 sería galardonado con el Premio Nobel de Física, un reconocimiento digno de uno de los más grandes egresados de la Universidad de Yale.
Volviendo a las estadísticas sobre los natalicios en septiembre no sería raro encontrar, por ejemplo, que otro de los orgullos de la Universidad de Yale haya nacido en este mes, ni siquiera podríamos extrañarnos si ese nacimiento hubiese sucedido el día de mi cumpleaños. Pues sí, el 15 de septiembre (aunque de 1857) también nació otro pródigo estudiante de Yale: William Howard Taft, vigésimo séptimo presidente de los Estados Unidos.
Además de ser la única persona que ha desempeñado los cargos de presidente de la nación y presidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos, Taft es recordado por haber aprobado las decimosexta y decimoséptima enmiendas y por conceder la primera entrevista de un mandatario estadounidense en tierras mexicanas. Esta última fue realizada con motivo de una visita de Estado a Porfirio Díaz, dictador mexicano que, dicho sea de paso, nació un 15 de septiembre.
Antes de ser un dictador, Porfirio Díaz fue reconocido por demostrar grandes dotes militares en la segunda intervención francesa en México. Por entonces, Francia se esforzaba por retomar sus terrenos en ese país, quizás demasiado como para saber que el más santo de sus ciudadanos de entonces, Charles de Foucauld (con «d», nada que ver con su paisano psicólogo y filósofo) andaba de ermitaño por el norte de África. Foucauld, nacido un 15 de septiembre, fue asesinado a manos de una banda de forajidos mientras practicaba su búsqueda espiritual y realizaba un diálogo interreligioso con las comunidades del desierto del Sahara.
Por aquellos lugares desérticos y maravillosos en los que el beato Foucauld encontró la muerte, también se desarrollaron algunos de mis crímenes favoritos. Todos ficticios, exquisitas historias salidas de la mente de la Agatha Christie, la dama del misterio que vino al mundo un 15 de septiembre de 1890. En aquella época vivió también el escritor británico (aunque nacido realmente en Sudáfrica) John Ronald Reuel Tolkien, creador de las épicas historias de la Tierra Media que no pudo ver publicado uno de sus mejores libros: El Silmarillion. Dicho libro, debo aclarar, lo agradecería como parte de un “felicidades con regalo”. Solo digo.
Ahora sigamos. Esta obra mitológica dentro del universo fantástico de J.R.R Tolkien fue compilada y publicada por su hijo un 15 de septiembre de 1977, año en que un joven actor norteamericano llamado Tommy Lee Jones comenzaba su sólida carrera en el cine con el filme Rolling Thunder.
Esta película, en verdad, no va más allá del cliché del veterano de Vietnam que tantas otras veces he visto en la gran pantalla. Personalmente, sobre el tema siempre he ponderado filmes como Platoon, de Oliver Stone. Dato curioso: Oliver Stone nació el 15 de septiembre de 1946, exactamente la misma fecha en que vio la luz Tommy Lee Jones. Ambos se encontrarían años después en JFK, Stone como director y Tomy Lee Jones en el papel del empresario Clay Shaw. Además de las citadas, el séptimo arte ha dado sus joyitas el 15 de septiembre. Tenemos, solo por citar y no aburrirlos, a Jean Renoir, Jaques Becker, Carmen Maura y Tom Hardy.
En fin, si han llegado hasta acá después de tanto caos inconexo, deben tener una idea de la causa de mi desafecto por el cumpleaños. Así que, si por alguna casualidad me encuentran en la calle un 15 de septiembre o Facebook les envía una notificación pidiéndoles que me feliciten, recuerden todo cuanto les he contado aquí y celebren o recuerden conmigo las cosas realmente importantes de este día. Y también -¿por qué no?- intenten hacer lo mismo con su fecha de nacimiento. Les aseguro que se sorprenderán.
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