Durante años, Guy Ritchie fue conocido solo por sus filmes sobre gánsteres británicos. Desde su ópera prima, Lock, Stock and Two Smoking Barrels (1998), y pasando por cintas como Snatch (2000), Revolver (2005) y RocknRolla (2008), este realizador sentó cátedra en el género. Tras dedicarse a otro tipo de cine, volvió a sus orígenes con The Gentlemen (2019), título que un lustro después dio el salto a la televisión con un spin-off muy exitoso.
La “pegada” de esa serie estrenada por Netflix en marzo de 2024 y el marcado interés de Ritchie por las historias situadas en los bajos mundos londinenses, hicieron que se atreviera nuevamente con MobLand*, un drama sobre crimen organizado, escrito por los guionistas Ronan Bennett y Jez Butterworth.
Bennet venía de series como The Day of the Jackal (2024-presente), Gunpowder (2017) y Top Boy (2019-2023), además de los filmes Public Enemies (2009) y Face (1997). Butterworth, aclamado por su obra teatral Jerusalem, también había trabajado en los guiones de Edge of Tomorrow (2014), Ford v. Ferrari (2019), Fair Game (2010) y Spectre (2015).
La premisa del show no es demasiado elaborada: Harry Da Souza, interpretado por el estelar Tom Hardy (Peaky Blinders, Taboo), es un “solucionador” que trabaja para la organización de los Harrigan, traficantes de armas y drogas liderados por el matrimonio de Conrad (Pierce Brosnan) y Maeve (Helen Mirren).
Luego de muchos años de dominio, las actitudes paranoicas y psicópatas de los cabezas de familia empiezan a preocupar a los hijos: Kevin (Paddy Considine), Seraphina (Mandeep Dhillon) y Brendan (Daniel Betts). Por si fuera poco, el asesinato de un joven genera nuevas tensiones entre los Harrigan y Richie Stevenson (Geoff Bell), viejo rival que resulta ser el padre del chico muerto.
El resto del elenco lo cierran nombres como Lara Pulver (Da Vinci’s Demons), Toby Jones (The Hack) y Janet McTeer (Me Before You), además de otros menos conocidos como Joanne Froggatt (Liar) y Anson Boon (The Winter Lake), todos ellos más que correctos en sus roles de soporte.
Con su mundo al borde constante de la guerra, el trabajo de Harry es trabajar día y noche para contener la situación y evitar nuevos problemas. Todo esto pasa mientras atraviesa una crisis matrimonial luego de 20 años de desgaste, entre otras razones, debido a la naturaleza de su peculiar empleo.
Lo primero que debemos tener claro es que MobLand no llega para inventar ni aportar nada nuevo a las historias de mafiosos. Estamos ante un novelón lleno de adrenalina y giros interesantes, dos razones suficientes para mantener a la audiencia promedio pegada a la pantalla mientras piensa: “ya he visto esto antes, pero no puedo dejar de consumirlo”.
La propuesta dramatúrgica elaborada por Bennett y Butterworth no es la mejor “cocinada” del mercado, pero tiene sus fortalezas y las usa con precisión. Ingredientes como el melodrama, el thriller y lo más espectacular del cine de acción contemporáneo, conforman un resultado muy efectivo.
La fortaleza de esta historia yace en saber aferrarse a los arquetipos de toda la vida y, a partir de ahí, darles un giro interesante, basado en el humor retorcido y la grisura moral de sus personajes y situaciones.
Otro aspecto que aporta atractivo al show es una cinematografía que, para los estándares de turno, es bastante destacada. Ahí toca aplaudir el trabajo Ritchie, director de los dos primeros episodios, además de sus colegas Anthony Byrne (3, 4, 9 y10), Daniel Syrkin (5 y 6) y Lawrence Gough (7 y 8).
Ahora bien, la complejidad justa de esa serie tan bien “adornada”, es el talón de Aquiles de MobLand. Vista superficialmente, parecería que estamos ante una versión contemporánea de Peaky Blinders, pero después de un par de horas la comparación no se sostiene.
Luego hay que mencionar el enorme ruido que generan, literal y metafóricamente, los personajes de Conrad y Maeve. Sin intención de cuestionar el trabajo de Mirren y Brosnan, dos actores con una carrera excelsa, lo cierto es que, superado el impacto inicial, sus representaciones llegan a ser caricaturescas y poco atractivas.
Por otra parte, salta a la vista el abuso que hacen los guionistas del personaje de la matriarca como elemento disruptor. Si la sacan de la ecuación, se les quedaría media temporada colgando. Solo las subtramas de Kevin se notan mejor trabajadas, pero fuera de ese caso, el resto de caracteres y eventos funcionan como poco más que una apoyatura y no tienen peso real en el argumento.
En resumen, MobLand es un producto que cumple con ciertos estándares de calidad y cuenta con un mínimo de atractivo (los diálogos son muy valiosos) para enganchar a muchos. Sin embargo, cuando intentamos buscar algo más de sustancia, suele entregar menos de lo esperado. Para suerte de sus seguidores, ya ha sido renovada por Paramount+ para una segunda temporada, durante la cual esperamos verla desarrollar un poco más su potencial.
*No confundir con el bodrio Mob Land (2023), película protagonizada por John Travolta.



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