Limpió calles y cuidó locos: La historia del actor que ahora renace en el cine cubano

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Andrés Enrique Pérez Viciedo. Foto tomada de su perfil en Facebook.

Con una trayectoria tan versátil como fascinante, Andrés Enrique Pérez Viciedo emerge nuevamente en la escena cinematográfica cubana con su participación en Estrés, el esperado filme de Marilyn Solaya. En esta producción da vida a Carlitos, un personaje que parece extraído de su propia experiencia vital: un optimista que deambula por el Paseo del Prado regalando desde tenis hasta versos, según refleja la agencia Prensa Latina, en una historia que entrelaza diferentes realidades de la Cuba contemporánea.

Un trabajo publicado por la web Havana Times, en 2012, reseñaba, hasta aquel entonces, la trayectoria de Pérez en las artes escénicas, cuya ruta comenzó la Casa de Cultura de Arroyo Naranjo. En 1997, su talento lo llevó a integrar el prestigioso proyecto Chispa, dirigido por Vicente Revuelta, y sus primeros pasos incluyeron apariciones en la telenovela El eco de las piedras y colaboraciones con Argos Teatro, bajo la dirección de Carlos Celdrán.

La vida, sin embargo, lo llevaría por senderos inesperados. Tras la desintegración de Chispa, enfrentó la necesidad de reinventarse. «Limpié calles, cuidé locos, trabajé en cafeterías», recuerda sobre aquella época de transición. Pero incluso en esos momentos difíciles, nunca abandonó su pasión por la actuación, realizando performances cuando la oportunidad se presentaba.

Su transformación más significativa llegó con el grupo Gigantería, donde se desempeñó como clown entre zanqueros, acróbatas y bailarines en La Habana Vieja. Aunque inicialmente tuvo prejuicios sobre el arte callejero, esta experiencia lo llevó a descubrir una nueva dimensión de la actuación. Fue durante esta etapa cuando comenzó a experimentar con la técnica de estatua viviente, inspirado por un comentario de un amigo uruguayo sobre este arte presente en todo el mundo.

La práctica del zazen —una disciplina meditativa— y un riguroso entrenamiento personal lo llevaron a dominar el arte de la inmovilidad, llegando a mantener una postura sin movimiento durante una hora completa. «Este trabajo requiere un entrenamiento tan completo como interpretar un personaje de un dramaturgo famoso», declaró al referido medio, defendiendo la legitimidad artística de su labor callejera.

Curiosamente, su vida en ese entonces contrastaba dramáticamente con la que mantuvo durante los años ochenta, cuando, según sus propias palabras, «el dinero le sobraba» gracias a un negocio particular en una época en que pocos tenían esa posibilidad en Cuba. «Mi vida consistía en gastar el dinero en hoteles, cabarets, restaurantes, bebida. Pero empecé a necesitar otra cosa», recuerda sobre aquel período que lo llevó a buscar un sentido más profundo en el arte.

A inicios de la segunda década del actual siglo, su trabajo como estatua viviente le proporcionaba un sustento modesto pero satisfactorio. Contó que en la temporada turística baja podía ganar unos 5 CUC por día, mientras que en la alta alcanzaba los 10 pesos convertibles. Sin embargo, mantenía una filosofía particular sobre el dinero: «No quiero obsesionarme con él. También dedico tiempo a otras cosas», explicó, enfatizando la importancia del estado anímico adecuado para realizar su trabajo.

Su versatilidad lo ha llevado a participar en producciones cinematográficas como Venecia, de Kiki Álvarez, y varios cortometrajes de la Escuela Nacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. Su interpretación del legendario Caballero de París se ha convertido en una de sus caracterizaciones callejeras más emblemáticas.

Ahora, en Estrés, Pérez Viciedo forma parte de un elenco estelar que incluye a figuras como Verónica Lynn, Mario Limonta, Isabel Santos y Luis Alberto García. Su personaje de Carlitos se integra a una narrativa que explora las complejidades de la vida cotidiana en Cuba, en un filme que promete ser tan conmovedor como revelador.

A sus 58 años, este histrión representa una forma única de entender la actuación, alejada de los cánones tradicionales del éxito. «Trato de deconstruirme lo que te vende el sistema, de que hay que alcanzar la gloria», ha manifestado. Para él, «la poesía es mejor que el dinero, porque no te abandona; el dinero debes salir a buscarlo», una filosofía que resume perfectamente su aproximación al arte y a la vida.

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