El 30 de abril de 1992 se descubrió el cuerpo de Kristen French, con el vestido desgarrado; sucia, despeinada Kristen, envuelta en la hojarasca que desprenden los abetos de un bosque septentrional del poblado de St. Catharines, Canadá. La descubrió un gato buscado por su dueño, un gato que lamía, también, las heridas del cuerpo de Kristen; y más allá, su entrepierna, según el dueño del animal.
Había desparecido dos semanas antes, French, en la puerta de su casa. Dos semanas y dos días después, el forense dictaminó muerte por asfixia; aunque la verdad, apuntaron algunos, la quinceañera Kristen murió desangrada por las constantes, brutales penetraciones anales de su victimario.
La agonía de la chica quedó grabada en cintas VHS, horas de porno gonzo con toques gore; cortos de sexo punitivo dirigido por Paul Bernardo, asistido por su esposa Karla Homolka.
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Diez meses antes, Karla y Paul se casaron. Fue una tarde soleada, cerca de las Cataratas del Niágara. Boda lujosa, dos centenares de invitados. La misma tarde en la que otra pareja, a pocos kilómetros del júbilo de los contrayentes, avistaron, en el Gibson Lake, algunos bloques de cemento atados a bolsas negras. Los removieron…
Paul dio un discurso donde declaró su amor incondicional a Karla. Ella lloró y dijo, abrazada a sus siete damas de honor, que ese era el día más feliz de su vida, solo detrás de aquel dos años antes, cuando Paul le propuso matrimonio. Luego, lanzó el ramo. Y salieron los novios, paseo de carruajes, por la ciudad de Niagara-on-the-Lake.
Ese mismo día en el que los recién casados iniciaban su Luna de Miel, la policía rescató del lago los restos troceados de Leslie Mahaffy; diez meses atrás, virgen de 14 años; niña servicial a la comunidad, amante de los animales…
Se supo luego, por las cintas de video hoy destruidas, que, antes de morir, Karla Homolka festejó un cunnilingus en el sexo de Leslie; después la violó con un consolador rústico tallado en madera. También -y con agravantes anales derivadas en el desgarramiento-, con el fondo de una botella de vodka. De allí bebieron.
Todo lo grabaron, incluso la voz de Paul en su personaje de director de cine, quien, además de actuar, corregía la luz, acomodaba la escenografía e indicaba a su esposa las posiciones y la sucesión de objetos que debía introducir en el cuerpo adolescente de Lieslie Mahoffy.
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Durante la primera cena familiar en la casa de los Homolka, Paul pasó el tiempo acariciando, algo leve, los muslos de Tammy, hermana menor de Karla. Lo hizo, presumiblemente, con cierta alevosía: esa búsqueda del placer sexual ilícito que alcanza el éxtasis al meter los dedos en la pulpa rosa de un pie de cereza. Paul lo hizo entre los muslos de Tammy, ante los ojos de su prometida…
Cuando Paul propuso matrimonio a Karla, le pidió como regalo de bodas el sexo nuevo de su hermana de 15 años. Igual, según el psicópata, su futura esposa le debía el placer de romper un virgo, pues cuando se conocieron ella había perdido el sello bendito del cuerpo. Fue sólo un reclamo, si así lo vemos, algo rechazable. No para Karla.
El cuerpo de Tammy le valía lo mismo que un anillo…
Paul, de vez en vez, pasaba por el cuarto de la chica, se masturbaba mientras la veía dormir; en una oportunidad, luego de emborracharla, llegó a lamerle el sexo. Escena bucal observada y consentida por Karla. Al poco tiempo drogaron a Tammy con diazepam y, ya inconsciente, Paul la violó mientras su prometida filmaba. Todo fue en el sótano; dos pasos de escaleras arriba, los padres de las hermanas dormían…
Tammy Homolka murió unas horas después en el hospital, por asfixia. Le faltaba un pedazo del rostro, tenía sangre en la entrepierna.
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Durante el juicio, Karla Homolka inculpó a su esposo de todos los crímenes; dijo que Paul la había obligado y ella obedeció: “No hice nada malo. Yo solo quería regalarle algo por Navidad”.
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