Ayer vi por tercera vez el documental The Armstrong Lie. Más allá del dopaje y los engaños de Armstrong, la intrahistoria no termina siendo solo la del Armstrong tramposo, sino la de todos los tipos que no aparecen en la película de Alex Gibney. Armstrongs menos mitológicos, menos, digamos, manufacturados.
El texano Lance era uno de los iconos del Noticiero Deportivo de las seis de la tarde a inicios de los 2000, siempre en julio, cuando todavía no eran noticia los cumpleaños de los deportistas cubanos.
Lance, que había superado un cáncer en los testículos, con metástasis en los pulmones y en el cerebro (llegaron a decir que tenía menos de un 40% de probabilidades de sobrevivir), ganó todos los Tour de Francia desde 1999 hasta 2005, como si de Jan Ullrich solo quedaran par de hazañas en las contrarreloj y aquel parlamento mínimo en una entrevista en la que dijo haber llegado a un estado de depresión porque no podía derrotar a Armstrong.
Aunque Ullrich ganó el Tour del 97 con casi diez minutos de ventaja sobre el francés Richard Virenque, pese a trabajar durante las primeras etapas como complemento del danés Bjarne Riss, todo el mundo generalmente recuerda primero su rivalidad casi ilusoria con Lance, porque Lance generaba ese delirio en sus rivales hasta que algunos como Ullrich se deprimían. Hay, en ocasiones, evidencias de daños psicológicos en los aspirantes de turno. Por lo general, también pueden existir evidencias de motivación. Entre el daño psicológico y la motivación hay una tristeza tosca, mitad exaltación, mitad fatalismo: tendría alguna lógica creer que las derrotas ante Armstrong condicionaron de cierta manera sus próximos años.
Fue casi deplorable la vida del alemán después del Tour de 2001, cuando se cayó de su bicicleta en una de las etapas y el estadounidense se detuvo y esperó a que el europeo volviera a pedalear. Aquel acto de soberbia acabaría destrozándolo para siempre. Luego, Ullrich tendría un accidente en su auto y le retirarían la licencia para conducir. Efectos del alcohol. Dos meses más tarde daría positivo por anfetaminas. Todo eso ocurrió en 2002. Después diría que, además de anfetaminas, había consumido éxtasis. Se quedó sin equipo durante unos meses.
Volvió al Tour en 2003, momento en que Armstrong se veía en la peor forma posible, pero probablemente lo haya definido todo en la novena etapa (184,5 km entre Le Bourg d’Oisans y Gap) en que casi desaparece por un barranco que no era un barranco. Seis carreras antes del final, Lance fue al suelo después de un contacto con un espectador, al borde de la carretera. Era el momento de Ullrich. La vendetta: esperarlo para incorporarse al pelotón junto a él. Eso hizo. Lance, en un alarde común, regresó sin disgusto alguno y llegó a sacarle 40 segundos a Jan. Después Ullrich sufriría un accidente en la contrarreloj final. En el Tour de 2005, chocó contra el automóvil de su equipo un día antes de la arrancada inicial y luego se dañó las costillas tras caer en una escalada, etapas más tarde. No pudo participar en la edición de 2006, luego de que se le mencionara en la Operación Puerto, investigación sobre una red de dopaje que apuntaba hacia el médico español Eufemiano Fuentes. Su equipo, el T-Mobile, decidió prescindir de él.
Más tarde, la apoteosis:
‒Chocó contra dos vehículos en 2014 en Suiza. En su sangre se hallaron restos de Valium y alcohol.
‒Allanamiento de morada (agosto de 2018): entró con una escoba en la mano a casa de su vecino, el actor y realizador alemán Til Schweiger. Schweiger diría tiempo después: “le contó a mi hija que quiere batir el record del mundo en fumar cigarrillos. Fumaba tres a la vez”. Según Jan, había escuchado que su amigo se marchaba y él solo iba a despedirlo.
‒Agresiones a una prostituta de lujo en un hotel en Frankfurt (agosto de 2018).
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Hace casi siete años admitió por primera vez haber recibido transfusiones de sangre para mejorar su rendimiento, sometido al tratamiento de Fuentes. En ese mismo tiempo, Armstrong también aceptó haber hecho lo mismo ‒pero bajo la tutela del médico italiano Michele Ferrari‒ y mucho más (usó también EPO, testosterona, cortisona). La práctica consistía en extraerse sangre cuando entrenaban en alturas, luego la congelaban y después se la inyectaban en medio de la competición. Esto produce un aumento en los niveles de oxígeno en ese tejido e implica una mejor resistencia de los músculos cuando son expuestos a un gran desgaste.
“Casi todos tomaron sustancias que mejoraban su rendimiento. Yo no tomé nada que no tomaran los otros. Para mí la estafa empieza cuando alguien saca una ventaja. Eso no fue así. Sólo quería asegurar igualdad de oportunidades”, dijo Jan en declaraciones citadas por DPA.
En 2016, Eufemiano Fuentes fue absuelto porque la Audiencia Provincial de Madrid declaró que la sangre no era ningún medicamento. Otros ciclistas serían castigados con sanciones menores, mientras Ullrich fue despojado de su último podio en el Tour de Francia (tercer puesto en 2005). Cuando Fuentes salió libre por la puerta del juzgado madrileño, Ullrich ya se había divorciado una vez, iba camino a la segunda separación y consumía cocaína para dejar las anfetaminas. “Los grandes héroes del pasado son ahora hombres con defectos con los que tienen que lidiar”, dijo el mismo día en que confesó todo a la prensa, como si la madurez acabase con la depresión en algún momento y, con ello, apresurara las caducidades de los vicios propios. En la vida real, de una forma u otra, todos los héroes tendrán que pagar luego por la época en que fueron héroes.
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