El empate a cero ante Venezuela los dejó tocados. Detrás de la muralla defensiva de la vinotinto se acumularon miedos, tensiones, un posible ridículo. Brasil necesitaba deshacerse de todos esos complejos, dar un golpe sobre la mesa y pasar a cuartos con autoridad. Del otro lado, Perú no lo había hecho mal, tres goles ante Bolivia y el mismo empate a cero ante los dirigidos por Dudamel. Pitido inicial.
¿Qué ocurrió en el Arena Corinthians? Una masacre. Cuando cinco jugadores diferentes te marcan gol es porque la superioridad del rival es absoluta, tu defensa una porquería y tus horas en la Copa América están contadas. El concierto de Brasil fue perfecto, goles de todos los colores, fluidez en el juego, efectividad ante la puerta rival (excepto Gabriel Jesús), y una obra de arte finalizada por Dani Alves. Superar rivales a golpes de pases de pared es 101 en el mundo del fútbol y, aun así, bien difícil de conseguir. Pero en ese gol está resumido todo el encuentro de la verdeamarela: toques milimétricos, engarzados sobre la marcha, y trallazo brutal para definir. Gracias, que pase el siguiente rival.
Del otro lado, Venezuela hizo lo que todos en su grupo: marcarle tres a Bolivia. Machís se vistió de héroe y terminó con la sequía goleadora de la vinotinto. A los dos minutos subió el primero al luminoso en una jugada de pillo, entrando desde atrás, “con permiso, no se puede estar tan dormido”, testarazo, y partido encarrilado. Ahora a Perú le toca esperar. Qué triste que tu suerte dependa de Qatar o de Japón en un torneo llamado Copa América. Qué triste ganar el primero partido, hacerse ilusiones, y al final, ni siquiera pasar como uno de los mejores terceros. Solo un hincha de Argentina podría estar más triste que un peruano.
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