Nervios. Y más nervios. Brasil no sabe cómo perforar la meta paraguaya. Lo hizo argentina, penal mediante, lo hizo Qatar, por partida doble, y lo hizo Colombia, a pocos minutos del final. Ahora le tocaría a la canarinha, pero no hay forma. Pases que no llegan (y si llegan nadie los define), centros y más centros, toques y más toques, y algún disparo ocasional a las manos de Fernández. Paraguay tiene la más clara, un disparo a bocajarro que despeja Alisson. Puro reflejo y algo de instinto. Todo el estadio está inundado por una esencia característica que solo pueden sentir los animales. En cada incursión de los guaraníes, ya fuese un desborde por la banda, o balonazo controlado por un delantero solo en un mar de defensores, todos los brasileños presentes en el Arena do Gemio liberaban feromonas relacionadas con el miedo. Unos cuántos depredadores se hubieran dado banquete.
Paraguay intentó ser ese depredador. Hasta que llegó un penalti a favor de los locales. Distención de nervios. Todo vuelve a la normalidad. Quien debe ganar se adelantará en unos minutos. O no. Llaman del Var al principal y se celebra el típico consejillo a través de los micrófonos mientras miran una misma imagen. No hay penal, es en el borde del área. Paraguay sonríe. No obstante, hay roja directa para Balbuena por ser el último hombre antes del portero. La sonrisa paraguaya se cuajó en una mueca.
Es cuestión de tiempo para Brasil. No hay forma de evitar un gol con diez hombres frente a la pentacampeona del mundo. Pasan los minutos. Es cuestión de tiempo. Ocasiones que se fallan, balones que se van rozando el poste. Es cuestión de tiempo. El esférico se estrella en uno de los palos. Fernández que saca una mano milagrosa. Es cuestión de tiempo. El árbitro agrega siete minutos, Brasil sigue arriba, Paraguay lo intenta, pero no hay piernas. Es cuestión de tiempo. Ah no, perdón, pitido final. Nos vamos a los penales.
Todos sabían cuál era la apuesta de los dirigidos por Eduardo Berizzo. Aguantar el resultado y eliminar a los favoritos desde el punto de penal. Apuesta arriesgada, pero cuando eres inferior y además ya tienes un hombre de menos, qué más puedes hacer. Primer penal para el capitán de Paraguay. Primer disparo desde los once pasos. Paró Alisson. No hay suspense. En los penales, cada fallo es una daga en la espalda, clavada, además, por un compañero de equipo. Dolor. Eso es lo único que se siente. Firmino también falla. Hay empate. Último penal para cada equipo. El estadio apesta a miedo. La verdeamarela está lista para el tiro de gracia. Todos los brasileños, en el estadio, en Brasil, en cualquier parte del mundo, esperan como un condenado ante el paredón. ¡Bum! Están vivos. Derlis González ha fallado. ¡Bum! Siguen vivos. Gabriel Jesús ha anotado.
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