«Black Mirror» y una temporada con chispazos de brillantez, pero…

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Desde su llegada a las pantallas en 2011, Black Mirror se convirtió inmediatamente en una serie aclamada por la gente y los especialistas, quienes celebraron su capacidad de regalarnos historias totalmente inesperadas y también su atrevimiento para tratar temas peliagudos con gran sensibilidad y hasta sentido del humor.

Estrenada en Channel 4 y luego “exportada” hacia Netflix, la serie creada y escrita por Charlie Brooker, durante más de una década, ha sido vista como un símbolo de todo lo que está bien a la hora de explorar osadamente la relación entre tecnología y sociedad, con relatos capaces de inducirnos a la emoción y la reflexionar con la misma facilidad.

Incluso cuando el bueno de Brooker decidió juguetear con esa suerte de género hermano que es el horror/terror, se agradeció el uso de lo sobrenatural como una forma de “refrescar” el show sin perder su esencia, comprometida con la transmisión de un mensaje de cuestionamiento hacia ciertos fenómenos de la vida actual que tocan directamente la vida de millones de personas.

Sin embargo, luego de haber visto los seis episodios que componen la séptima temporada, disponible en streaming desde el 10 de abril último, es inevitable percibir cómo la marca ha ido perdiendo cada vez más aquello que la hizo tan aclamada y, en cambio, ha optado por tirar de reciclaje para mantenerse a flote.

Tras una sexta entrega que tocó picos notables con episodios como Joan Is Awful, Loch Henry y Beyond the Sea, esta reciente tanda resulta bastante blanda y decepcionante si tenemos en cuenta que, muy apurados, podríamos salvar solo un par de capítulos realmente memorables.

Los momentos más excelsos de esta reciente tanda están en Common People (T07, E01) y Eulogy (T07, E05), dos obras que se valen del tema tecnológico como mera envoltura para desarrollar tramas llenas de sentido y con un lado sentimental bastante marcado.

El episodio de apertura nos presenta a Welder (Chris O’Dowd) y Amanda (Rashida Jones), una pareja de cuarentones que lleva tiempo intentando tener un hijo, justo cuando ella sufre un colapso provocado por un tumor cerebral. Cuando todo parece perdido, el bueno de Welder conoce a Gaynor (Tracee Ellis Ross), representante de la empresa Rivermind Technologies, quien le ofrece una posibilidad de salvar a su esposa mediante un tejido sintético que, conectado a los servidores de la compañía, reemplazará al trozo de su cuerpo que ha sido extraído junto con el tumor. Tras un procedimiento exitoso, ambos recobrarán su alegría, pero sólo temporalmente, pues los altos precios de la suscripción mensual de Amanda harán la vida de la pareja cada vez más insostenible.

Common People es una triste aproximación a un tema por el cual la propia Netflix ha sido constantemente criticada, o sea, el encarecimiento constante de algo que originalmente parecía accesible. En un nivel más profundo, este episodio co-escrito por Bisha K. Ali, es una oscura reflexión sobre el impacto real de la tecnología en nuestras vidas y hasta dónde podríamos llegar con tal de acceder a ciertos avances que se presentan como salvadores.

Por otra parte, tenemos a Eulogy, en donde Paul Giamatti se mete en la piel de Phillip, un hombre solitario y amargado que se entera de la muerte de Carol, su ex novia de hace décadas, cuando es contactado por una compañía capaz de insertarlo en fotos de su pasado para ayudar a la familia de la fallecida a tener más datos de cara a su próximo memorial.

El viaje del personaje hacia atrás en el tiempo, cuenta con la compañía de una inteligencia artificial para guiarlo en el proceso de remembranza, y es ese último el verdadero núcleo de un capítulo muy íntimo que nos muestra, no sin pesar, cómo el peso de las emociones puede cambiarnos —o no— la vida para siempre. Genial Giamatti, como es costumbre, e igualmente brillante su colega, Patsy Ferran, cuyo desempeño puede contarse entre las revelaciones más agradables de esta temporada.

Ya más lejos de la “pegada” emotiva y atemporal que ofrecen los dos episodios antes reseñados, podríamos mencionar USS Callister: Into Infinity (T07, E06), la primera secuela directa a una historia previa dentro del universo de Black Mirror. Cristin Milloti, Jimmi Simpson y Jesse Plemons están de regreso a este mundo de realidad virtual, viajes espaciales y genios con complejo de Dios, en donde la tripulación de la nave deberá enfrentarse a enemigos reales y digitales con tal de sobrevivir.

También sería justo romper una lanza por Bête Noire (T07, E02), una suerte de reimaginación de la historia conocida como Wordlplay, incluida en la clásica serie The Twilight Zone. Con Siena Kelly y Rosy McEwen en los roles principales, aquí seguimos a una joven y talentosa repostera que ve amenazado todo lo que cree cierto cuando una ex compañera del instituto empieza a manipular la realidad a su alrededor. Excelente puesta en escena que saca partido a lo mejor del drama psicológico, pero resulta arruinada por un final apresurado, que bien pudiéramos considerar un insulto a nuestra inteligencia.

Algo similar sucede con el cierre del episodio Playthings, situado en el mismo universo de especial interactivo Bandersnatch, pero enfocado en Cameron, redactor sobre videojuegos que es arrestado muchos años después y acusado de cometer un brutal asesinato.

Lewis Gribben y  Peter Capaldi brillan como la versión joven y “vieja” del protagonista. Esta historia lleva el sello de Black Mirror por todas partes, y consigue mantenernos en vilo justo lo suficiente para ofrecernos uno de los finales más insípidos y simplones de los que se tenga referencia.

Finalmente, tenemos a Hotel Reverie, un homenaje al cine clásico, en donde una exitosa actriz del presente es insertada en un filme en blanco y negro, con el cual pretenden sacar de la quiebra a una antigua compañía productora.

En principio, la premisa atrapa y el relato marcha bien durante el primer acto, pero a continuación el ritmo sumamente lento y la extensa duración del episodio (78 minutos) nos hace preguntarnos si realmente era necesario tanto metraje para contar una historia tan despojada de “jugo”. Corrin encabeza un elenco en donde cumplen con lo justo Harriet Walter y Awkwafina, mientras que la co-protagonista, Issa Rae, es el punto más bajo, al aportarle poquísimo carisma a su personaje y hacer que nos cuestionemos seriamente el trabajo del equipo de casting.

Esta séptima entrega de Black Mirror es intermitente: pese a contar con algunos segmentos brillantes, en sentido general carece de la chispa, el gancho y ese toque ácido que alguna vez tuvo la serie.

Caracterizada por ser bastante cuestionadora —y atrevida en sus aproximaciones acerca de ciertos fenómenos relacionados con la influencia de la tecnología en el mundo de hoy (y mañana)—, esta vez el abuso del reciclaje ha lastrado la temporada, al punto de convertirla en un festival de guiños (San Junipero, T03E04, está en todas partes) obvios que aportan poco o nada a la narrativa global.

Si bien esta serie ha hecho méritos suficientes para ser considerada entre las mejores de todos los tiempos, igual es cierto que para un show que aún cuenta con una cantidad relativamente corta de episodios (27), a estas alturas ya llevamos varios años notando una preocupante falta de ideas nuevas. Habrá que ver si de aquí a su siguiente lanzamiento, Brooker y compañía encuentran la cura para el virus autófago que parece haberse alimentado de su “criatura”.

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