Qatar era un chiste, o debía serlo, en esto de jugar al fútbol. Pero también era un chiste cuando presentó su candidatura para ser anfitriona de una Copa del Mundo, y ahí está, sede del Mundial de 2022 y campeona de la Copa Asia. Después de cinco minutos de partido, Qatar era un chiste gracias a un penal infantil. Un chiste que le salió caro a Paraguay. Qatar toca, genera, se equivoca, sus delanteros disparan una y otra vez al portero. Nadie define. Caen el segundo de Paraguay, y el chiste toma forma: algún jeque sonríe en algún sitio mientras le entrega una bolsa llena de oro a la suerte, esa perra que envía balones absurdos al fondo de las redes. El descuento llega gracias a una parábola imposible a causa de un roce con un defensor. El empate es la enésima mala definición qatarí, pero esta vez supera la línea de gol de forma dramática. Pero olvídense del empate, lo terrible es la sensación que dejan los cataríes: una banda muy bien organizada que falla una y otra vez. Hasta que tienen suerte.
A Uruguay solo se le puede juzgar cuando juega con selecciones de su mismo nivel o superior. Cuando lo hace con equipos disminuidos, como Ecuador, no tiene piedad. Su hambre de gol, la garra charrúa y todas esas tonterías de poner el corazón en el terreno, que debería ser norma y no excepción, provocan un espejismo: son los mejores. Y sí, Uruguay tiene un equipazo, hombre a hombre todos son buenísimos, goleadores fuera de serie, juegan de memoria porque llevan años sin cambiar de técnico, pero es mejor esperar. Después caen eliminados y todas esas ilusiones se convierten en lo único que nunca falta en el fútbol: decepciones a granel.
Antes de terminar, unas líneas para el gran protagonista de esta Copa América: el VAR. El fútbol cambia, evoluciona hacia algo más justo y no tan demorado como los vendedores de humo anunciaban. ¿Se pierde algo con el VAR? Sí, la picardía, la injusticia, los árbitros ciegos y las respectivas menciones a sus madres y sus padres, la comidilla después de los partidos, los lamentos, las justificaciones. En fin, se pierde el fútbol y se gana en añoranza, porque todos hinchamos por un equipo que, en algún momento, hubiese salido campeón de existir el VAR.
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