El género terror, a nivel audiovisual (aunque no en los videojuegos), pareció, a principios de este siglo, haber pasado su época dorada. El exceso de producciones vulgarmente contadas, con pésima visualidad y menos contenido que un reality show, hizo que muchos dieran la espalda a los “sustos” y se fueran en busca de algo mejor que ver.
Sin embargo, en años recientes se nota un repunte notable en este tipo de relatos, sobre todo en la televisión. La aparición de materiales como American Horror Story (sobre todo sus temporadas Asylum y Roanoke), The Haunting (of Hill House/Bly Manor), The Exorcist, Chambers o The Strain, por citar solo algunos, han ayudado a revitalizar esta manera de hacer y devuelto la sonrisa al público amante de los escalofríos.
Netflix, capaz de moverse entre lo sublime y lo ridículo, ha lanzado recientemente una de esas piezas que devuelven las esperanzas en el género y lo dejan a uno con ganas de más. El título del descubrimiento en cuestión es Archive 81, serie basada (muy libremente) en el podcast homónimo producido por Daniel Powell y Marc Sollinger.
La historia comienza por presentarnos a Dan Turner (Mamoudou Athie), archivista y conservador obsesionado por el cine de horror clásico, quien súbitamente es contactado por Virgil Davenport (Martin Donovan), de la compañía LMG, un tipo que le ofrece la friolera de 100 mil dólares por digitalizar un grupo de cintas Hi8.
Él acepta y es llevado a un complejo en las afueras de la Gran Manzana, donde le proporcionan todos los medios para hacer su trabajo sin necesidad de salir del allí. Una vez acomodado en la mansión, sin acceso a internet, ni más compañía que un ratón que captura durante la primera noche, Dan comienza a hacer lo que mejor sabe y, a través de los vídeos del archivo, da con la segunda protagonista: Melody Pendras (Dina Shihabi), estudiante de posgrado decidida a investigar el edificio neoyorquino conocido como Visser y que se presume muerta en el incendio que consumió ese lugar en 1994.
Delante de sus monitores, Dan va descubriendo la realidad que filmó la chica hace más de dos décadas, aunque de este lado de la pantalla también se nos permite viajar junto a Melody y su cámara Sony para conocer más detalles sobre los hechos que ella presenció.
Así, mientras el muchacho observa y se entera del misterio que va apareciendo frente a sus ojos, también logra conectar con la joven investigadora y surge entre ambos una suerte de diálogo astral, a través del espacio-tiempo-continuo, que termina ayudándoles a entender asuntos pendientes del pasado y metiéndoles en problemas muy gordos.
Los primeros episodios logran, a pesar de tener un ritmo bastante lento, colocarnos de lleno en el lore y los conceptos esenciales que nos llevan entender lo que está pasando en el Visser. A veces abunda la sobreexplicación, pero tampoco es algo demasiado molesto.
Lentitud aparte, el ritmo no se siente cansino ni aburrido, aunque eso pueda parecer una contradicción para algunos. Sí, las cosas aquí se cuecen despacio, pero la narración nos mantiene atados durante el proceso, mediante escenas de duración precisa y diálogos certeros que buscan mandar el mensaje y seguir hacia adelante sin regodeos.
El guion, armado con tal nivel de detalle que parece mecanismo de relojería suiza, es algo que se agradece sobremanera. Tristemente acostumbrados a las lagunas y facilismos de otros creadores, no queda menos que reconocer los méritos en este “puzle” que armó la escritora Rebecca Sonnenshine, en el cual todo va encajando a la medida y cada respuesta llega en el momento indicado.
Interpretativamente, Athie y Shihabi están muy bien, aunque a ratos se les nota un poco carentes de “condimento”. Por detrás, aunque no mucho, el reparto es brillantemente sostenido por Evan Jonigkeit (Samuel, el vecino no-tan-buena-gente), Matt McGorry (Mark, el amigo podcaster de Dan) y Ariana Neal (Jess, la adolescente que ayuda a Melody en sus entrevistas).
Al ver la serie, se nota claramente la influencia de obras como The Blair Witch Project, The Ring, Frequency y The Shining, en donde la brujería, los diálogos a través del tiempo, las cintas malditas, las melodías inquietantes y el terror psicológico son ingredientes fundamentales.
Por si fuera poco, todo lo anterior está también marcado por dos elementos como el horror cósmico y la sensación de impotencia que surge al enfrentarse a enemigos desconocidos, lo cual nos lleva directamente a los relatos de H.P. Lovecraft, creador de Cthulu y Nyarlathotep, seres cuya sola mención aún es capaz de ponernos la piel de gallina.
Sumado a ello está el tema, muchísimo más humano, del desarraigo y la pérdida familiar que atraviesan ambos personajes principales. Envueltos en conspiraciones y agendas ocultas que los fuerzan a cambiar todo lo que creen saber del mundo, Dan y Melody son, en esencia, huérfanos atormentados que buscan respuestas en sus pasados, con tal de descifrar los tipos de personas que son o deberían ser.
Completada la primera temporada, y aún sin saber si la segunda se hará realidad, hay que recomendar sí o sí Archivo 81, una de las mejores series en lo que va de año y una nueva joyita del terror para aquellos que saben apreciarlo.
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