De historias terroríficas estamos ya un poco cansados. El abuso a nivel audiovisual de, prácticamente, todas las formas imaginables que existen para “meternos miedo” y, sobre todo, las (casi siempre) penosas adaptaciones de materiales bastante decentes en su origen, han hecho que este género termine convertido en una suerte de nicho de culto para fans acérrimos, un fenómeno bastante parecido al del rock & roll en el siglo XXI.
Por esas razones, cualquier serie o filme que tenga a los “sustos” como su leit motiv, es algo que suelo ver con bastantes reservas, teniendo en cuenta que últimamente sólo American Horror Story (desde 2011), The Terror (desde 2018), Penny Dreadful (2014-2016), The Haunting of Hill House (2018) y algún otro intento extraviado, han sabido navegar a salvo por esas turbias aguas en las que el fracaso mediático acecha constantemente.
Recientemente, la plataforma de streaming Hulu se atrevió con su propia antología de horror, una cuyos ocho episodios se inspiran en los cuentos de Nathan Ballingrud compilados en el volumen North American Lake Monsters (2013). Monsterland, que es el título de esta propuesta, nos presenta un grupo de historias inconexas (salvo por un personaje) que ocurren en diferentes puntos de la geografía estadounidense.
El marcador común, que queda establecido desde el primer episodio, Port Fourchon, LA, es la forma en que se solapan constantemente los elementos terrenales y paranormales. En este universo, cuesta diferenciar en donde termina lo “extraño” y comienza lo “real”, pues en cada cuento lo humano y lo monstruoso terminan por parecerse mucho más de lo que uno esperaría.
En un final, la presencia de criaturas y sucesos fantásticos no se justifica por la reacción de espanto que puedan provocar en los personajes o en nosotros mismos, sino en su construcción, pues cada monstruo aquí no es más que la representación (a veces literal) de emociones humanas con las que debemos lidiar constantemente.
La manera de narrar de esta serie de terror no pretende que se nos pongan los pelos de punta y se nos acelere el pulso, sino que busca presentar, en paralelo a estas situaciones increíbles, unos cuantos asuntos que todavía necesitamos seguir asumiendo, criticando y enfrentando como sociedad.
El embarazo juvenil y la violencia doméstica se perciben en el mencionado episodio inicial, mientras que a continuación se suceden temas como el abuso infantil (New Orleans, LA), la pérdida de un familiar cercano, la codependencia matrimonial/culpa matrimonial (Plainfield, IL y Newark, NJ), la corrupción, la responsabilidad social y el deber ciudadano (New York, NY), el abandono paterno, el desamparo sanitario de las familias con bajos ingresos (Eugene, OR) y así se debate en torno a esas y otras tantas heridas abiertas que tocan a diario a familias de todas partes.
A nivel actoral, Monsterland se lleva una nota sobresaliente, pues aprovecha la oportunidad para colocar en el centro de atención a intérpretes que hasta ahora habían tenido poca exposición o posibilidades nulas de demostrar de qué estaban hechos.
Figuras como Mike Colter (Luke Cage), Nicole Beharie (Sleepy Hollow), Charlie Tahan (Ozark), Kaitlyn Dever (Justified), Kelly Marie Tran (Star Wars: The Rise of Skywalker), Roberta Colindrez (Vida) o Bill Camp (The Night Of), elevan la calidad de este show con sus actuaciones, probando que no siempre las superestrellas son necesarias para garantizar el éxito y la credibilidad de un proyecto televisivo.
En términos narrativos, Monsterland cuenta con fortalezas como su variedad temática y su buena dosificación de momentos climáticos a lo largo de esta temporada, los cuales garantizan que uno se mantenga con gusto frente a la pantalla. También es cierto que, magnetismo aparte, se perciben lagunas en el relato, así como varias situaciones vagamente construidas y hasta mal colocadas en tiempo y espacio. En todo caso, y aunque no sean suficientes para siniestrar totalmente el programa, sí que lastran su “rendimiento”.
Lo otro que llama la atención es la manía de los guionistas por cerrar los episodios en un punto que suele darnos la sensación de que faltó algo por decir o presentar. Pasa a menudo que no sabemos si estamos viendo un cortometraje inconcluso o una serie que necesita (al menos) otro capítulo. Vamos, que el cliffhanger está bien en ocasiones, pero luego hay quien se pasa con él.
El consenso en torno a Monsterland es que no tiene la contundencia suficiente a nivel de guion para competir con otros materiales de calidad en la industria, pero a la vez tampoco podemos etiquetarlo como otro producto “del montón”. Sí, fallas tiene, pero hay que reconocer la ambiciosa intención de sus creadores por aproximarse a un género manido sin caer en lugares comunes ni facilismos. Lo otro a destacar es el notable trabajo del elenco y la producción, cuyo esfuerzo y talento convierten a la serie en una opción distinta y de buena factura para los amantes del escalofrío y las segundas lecturas.
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